Tan solo un segundo vale de sobra para cambiar el escenario de la vida que se encuentra interrelacionada con otros de manera tan cercana que a veces uno piensa que pudiera no afectar, pero en un episodio como el de “Santiago” uno se da cuenta de muchas cosas que en el cotidiano vivir las damos por hecho.
Hay historias que uno las vuelve a recordar y parece que no fueran reales pero entonces uno mira su presente y ahí se da cuenta de que muchas veces el tiempo es incapaz de borrar el dolor, lo apacigua, lo calma… pero el dolor siempre permanece, transformándose en paciencia, acompañamiento, compasión pero que se convierte en el verdadero amor que muy pocos conocen.
Tomaré prestada partes de una crónica de los hechos muy bien escrita de “Jessica” que ayudará a llegar al final de algo que es muy difícil pero que creo es sanador y terapéutico para entender que tal vez un episodio como el que ocurrió hace diez años puede ayudar a mucha gente que está pasando por algún episodio igual o parecido.
Muy poca gente sabe que tuvimos que dividir sentimientos de tristeza y alerta en el hospital y la alegría del casamiento de la mejor de la familia. Ella se casó unos días después del accidente y como dijo… “A veces toca decir adiós a esos planes que estratégicamente diseñaste y abrazar un futuro incierto, ignoto. Uno del cual desconoces, no entiendes, ni manejas el lenguaje (¿creaneoplastía?, ¿traqueotomía?, ¿cánula?, ¿terapia ocupacional?, ¿fisioterapia?, ¿transfusión?, ¿sonda nasogástrica?, ¿fonoaudología?, ¿rehabilitación? ¿lokomat?), uno donde te toca recoger con suavidad y amor cada pieza, abrazar cada parte rota, tratar de unirla con perseverancia y paciencia”.
TODO PASÓ TAN RÁPIDO
En su carta, continúa relatando y cuenta:… Llegamos a Emergencias Médicas y a lo lejos pude ver a Juanpa mi hermano, corrí hacia Él, nos abrazamos tan fuerte que perdí el aliento, me entregué en sus brazos. Nos dijeron “Si se queda acá se va a morir. No hay camas en UTI, no hay equipo para hacerle una tomografía y ha perdido demasiada sangre.
Yo sugiero que si tienen los recursos lo saquen de acá YA”. Las horas avanzaban y teníamos que resolver, buscar soluciones, ordenar nuestro caos. Logramos trasladarlo a un hospital privado. Llegué primero con sus documentos y mi mamá en una ambulancia con Él unos minutos después. Lo ingresaron, firmamos papeles y comenzó la cirugía, había que descomprimir la cabeza que llegó con 18 derrames, abrirle el cráneo y cerrar la herida de la pierna, que de eso se ocuparían más adelante. Ahora toda la concentración estaba puesta en un sólo órgano: El cerebro.
Más de 6 horas después, el neurólogo nervioso y con la voz quebrada nos invitó a pasar a una sala y nos comentó la situación, “Pronóstico reservado, paciente muy delicado. Hay que esperar 72 horas críticas”. ¿SETENTA Y DOS HORAS DOCTOR?, eso son TRES días. Tres días más sintiéndonos una partícula en este planeta, tres días de incertidumbre, tres días con un nudo en la garganta que no te deja respirar. No voy a mentir, nos sentimos acosados por personajes que sólo se acercaron por morbo y por curiosidad, tristes por leer titulares que decían medias verdades o comentarios que afirmaban grandes mentiras. Pero también contenidos por esos que nos aprecian de verdad. Fueron tres días de no comer, no dormir, no pensar. Cadena de oración aquí y allá, amigos que llegaban después de la oficina a contener nuestra angustia. Más cigarrillos y caminatas en zig zag, gastando suelas en los largos pasillos de aquel hospital, con el corazón palpitando fuerte en cada latido. Fueron las 72 horas más largas de mi vida (Madre mía no se lo deseo a nadie, en verdad).
Tome prestado estos dos párrafos de los que fueran las horas cruciales para mantenerlo con vida y hoy podamos contar el milagro, según los médicos y terapeutas, que es la historia de “Santiago”. Solo imaginar aguantar 6 horas luego del impacto, lograr ser liberado entre hierros retorcidos, tirarlo en la carrocería de una patrullera destartalada, llevado en ambulancias sin equipos para asistirlo y pasar de hospital en hospital hasta llegar, porque pudo a un privado, es la bendición de poquísimos que por la corrupción que impera en este país miles no han tenido la bendición de “Santiago” de hoy estar caminando y tristemente terminan olvidados en el fondo de una pieza. Ese día no solo existió el accidente para los afectados directos, sino que un accidente de esa magnitud hace que muchas personas sean impactadas de forma indirecta. Al inicio uno se pregunta mucho “Porque?” pero las respuestas vienen solas y más cuando uno camina el largo tramo y ve que la familia sigue unida y uno se da cuenta de que la fuerza superior que uno pueda creer está presente demostrándote en la voluntad y el esfuerzo de tu ser querido de querer salir adelante.
Se podría escribir varios libros en lo médico, jurídico, social, económico, etc, para detallar minuciosamente que se debería hacer y no se hizo. Accidentes como el de “Santiago” pasan cada minuto en puntos tan lejanos que a veces no nos enteramos. Si este testimonio sirve para ayudar a personas que sufrieron un accidente y familias que caminan solos el largo camino de la recuperación, el esfuerzo de “Siferbo” habrá valido la pena.
10 años en un 1 segundo es difícil describir, pero si ese segundo sirve para decirles GRACIAS a todos y todas que estuvieron, están y estarán, permítanme ese segundo!.