Bofetón electoral a la Reina Cristina y su dinastía
Cuando todo parecía indicar que nada cambiaría en Argentina, la realidad golpeó muy fuerte. Así como Mauricio Macri se llevó un portazo en las elecciones de 2019, el domingo 12 le tocó el turno al kirchnerismo que creía tenerlo “todo atado y bien atado” (copiright Francisco Franco, el caudillo de España) y se encontró conque estaba todo tan suelto que un malón de partidos de oposición banqueteó a lo grande con las piezas sueltas.
Aun cuando fueron unas internas partidarias rumbo a las generales de noviembre, cuando los argentinos deberán renovar la mitad de los diputados y un tercio de los senadores, estas primarias fueron un test que reacomoda los tantos en el tablero político. El Gobierno ganó apenas en seis provincias -las menos relevantes como peso padrón- y perdió en 18, 16 de ellas a manos del macrismo, incluida la provincia de Santa Cruz de la cual es originaria la familia Kirchner.
Los analistas se tomarán su tiempo para explicar un giro tan copernicano. Pero en algo han coincidido casi todos quienes entre el domingo y el lunes intentaron una aproximación al fenómeno. Y es que el populismo exacerbado no garantiza nada. Pocas veces en la historia argentina ha quedado tan claro que desangrar el tesoro público con subsidios, planes sociales, pensiones no contributivas y transferencias monetarias diversas puede asegurar el voto una vez pero no siempre. En forma masiva, los argentinos han hecho saber cómo se sienten frente a los principales dramas que los aquejan y que no sólo no han desaparecido sino que se han exacerbado. La moneda prácticamente no existe, la inflación supera el 50%, los precios se han disparado, la pobreza martiriza a la mitad de la población y la miseria a más de un 13%. La mayor parte de los municipios que rodean la ciudad de Buenos Aires, y que el Gobierno creía tener en un puño, sigue sin cloacas, sin agua corriente, sin calles urbanizadas y castigados por una ola de inseguridad producto del narcotráfico descontrolado. Este es un drama multicausal que se está llevando puesta a toda la oferta electoral, porque la ineficiencia de gobiernos incapaces de ponerle fin no tiene color ni nombre.
Hace dos años, los argentinos sumergidos le dijeron no a Macri y lo mandaron a la llanura. Ahora le bajaron el copete a la Reina Cristina y a su dinastía.
Cuidado, los populismos ya no funcionan como antes.