lunes, diciembre 29

Vox Populí/Felix Gimenez

Entre todo el tumulto de la política contemporánea, en muchas partes del mundo, una voz siempre reclama con mayor fuerza el título de único interprete legitimo de la voluntad popular. Es el Vox Populí, el “grito del pueblo”, una fuerza política, por lo general armada de consignas simples y enemigos claros, dicen buscar devolver el poder a la gente de a pie. La interrogante es, ¿representa realmente la compleja melodía de una nación, o es solo un eco amplificado de sus mayores miedos y frustraciones?

El populismo, en su esencia, no es de izquierdas ni de derechas; es una estrategia. Su modus operandi es tan antiguo como efectivo: crear un “nosotros” virtuoso (el pueblo, la cultura, la patria) frente a un “ellos” corrupto y amenazante (los ricos, el sistema, el globalismo, los inmigrantes). Esta batalla simplifica un mundo lleno de matices, brindando soluciones aparentemente obvias a problemas muy complejos.

El poder de la opinión popular radica en su capacidad para presionar a gobiernos e instituciones hacia el cambio. Cuando miles de voces convergen en una demanda común, los líderes políticos no pueden permanecer indiferentes. La historia esta llena de ejemplos donde el clamor ciudadano logró derrocar a dictadores, abolir leyes injustas o impulsar reformas necesarias. Aun así, esa fuerza puede volverse un arma de doble filo cuando se utilizan noticias falsas o campañas de desinformación diseñadas.

La voz del pueblo debe ser escuchada con respeto, pero también con discernimiento, entendiendo que detrás de cada clamor colectivo hay matices, intereses diversos, y a veces, manipulaciones ocultas. Solo así podremos honrar el espíritu democrático que el concepto representa.