A días de los comicios municipales, en estos meses pudimos ver pocos candidatos con propuestas reales, y muchos con frases prefabricadas e insultos. Ahora la cuestión es votar al más apto, no solo para Intendencia, sino también para las Juntas
Municipales, donde deberían estar los ojos de los ciudadanos. Hace unas semanas una politóloga me comentaba que los jóvenes (18 a 29 años) marcarían una gran diferencia en el caso de salir a votar el domingo, pero toda felicidad es corta y para este caso, ella considera que no se presentarán en masa, así que no votarán.
Al consultarle la causa me respondió que los jóvenes descreen que el cambio en el país se pueda dar desde un municipio, pero que, por lo contrario, saldrían en masa a votar en el 2023, donde (para ella) se verá un cambio de timón y una caída del actual oficialismo.
Pero volvamos al domingo. Son pocas las ciudades de nuestro país que funcionan de forma correcta gracias a quienes las manejan, y muchas con problemas por donde se las miren: calles en estado de catástrofe, suciedad, nulo planeamiento de inclusión vial para aquellos con alguna discapacidad, inseguridad, falta de espacios verdes para esparcimiento y cuando los hay… están en total abandono. Por eso ¿votar o no votar?
El único momento en que todo ciudadano se iguala es en el sufragio.
En ese lugar donde hay opciones y donde nos podemos equivocar, pero vale más equivocarse que dejar un voto en blanco, nulo o sin votar, porque de esta forma no podemos quejarnos en el caso que las cosas sigan igual o peores, porque no tomamos nuestro derecho a elegir, no participamos de este acto. Además, ayudamos al que tenga la mejor maquinaria, y casi siempre el menos apto, a ganar.
Por eso votar, esa es la cuestión.