El tango “volver” dice que “veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras, te busca y te nombra, Vivir.
Con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”.
Pará mí fueron 10 duros años para volver con la frente marchita. Recuerdo vagamente que hace más de una década de mi accidente llegó el día de dejar el hospital luego de unas semanas en el mismo, para empezar una de las recuperaciones más largas y difíciles que tuve en la vida con ambas piernas afectadas, sonda nasogástrica y un politraumatismo craneoencefálico complejo y difícil.
Todo esto me hizo ver, apreciar y honrar diariamente la posibilidad de respirar, comer y usar las piernas para caminar o mover mi cuerpo sin la asistencia de un enfermero. Una ruta en mal estado y dos vehículos involucrados dejaron el saldo de dos fallecidos, mi novia Emily y el señor Moreno. Fue un 27 de noviembre del 2011, sobreviví y acá estoy escribiendo para los lectores de este medio.
Entre los varios personajes que entraron a mi vida desde aquel día, rescato a los enfermeros, bomberos, médicos y terapeutas, sin ellos no contaba esta historia. Entendí y aprendí que es fundamental estar acompañado no solo ajustado a su labor, sino acompañado con empatía, tolerancia y amor. No sé qué hubiera sido de mí sin ellos, y sin mi familia. Ansiedad, dolor, desesperanza, cansancio y falta de tolerancia invadían mi cuerpo. De un día para otro, estaba completamente roto buscando fortaleza para seguir adelante y recordando aquellas lecciones de temperamento y empuje que recibí en el servicio militar años antes. ¿Rendirse? Jamás. ¡Un marino nunca se rinde! me decían en el SMO.
Agradezco a mi familia biológica cómo espiritual, por las oraciones y la compañía. Esa que ha estado el día que llegué al hospital para donar sangre y que continuó visitándome en casa para estimular una de las recuperaciones que toma no solo voluntad o fuerza sino renunciamiento a una vida que ya estaba planeada. Volver a empezar, volver a nacer, así fue.
Heme aquí 10 años después con el cuerpo un poco roto y el alma remendada, viviendo la vida de manera rutinaria y más tranquila. Buscando la seguridad para continuar, refugiándome en el amor para poder avanzar y recostándome en el perdón para seguir. Solo les puedo decir que el tiempo lo cura todo y que volver a la vida es rescatar el valor de amar para ser, vivir y.. volver.