Brasil es una bomba sanitaria para el Paraguay y para el mundo. La cantidad de personas fallecidas y la distribución de la llamada cepa de Manaos ha hecho que esta nación, con la que tenemos una larga frontera común, se convirtiera en un verdadero peligro sanitario. Esa es la razón por la que se han suspendido todos los vuelos que entran y salen a ese país. Uruguay tuvo que cerrar sus fronteras, ya que abriéndola se contagió de la cepa de Manaos y hoy se lamentan números altísimos de personas tanto contagiadas como fallecidas, a pesar de ser el tercer país en cantidad de vacunados.
Esa es una situación que amerita una mirada mucho más amplia que la cuestión estrictamente nacional. Brasil tiene fronteras con todos los países de América del Sur, con excepción de Chile; eso hace que en la mayoría de los casos esas fronteras porosas sean fácilmente diseminables para el coronavirus.
Brasil también se encuentra en una situación de alarma general con todos sus hospitales colapsados y sus UTI con 700 personas esperando a ser atendidas en los hospitales de Sao Paulo, su ciudad más poblada y más pujante en términos industriales.
El Paraguay debe tomar una acción respecto a este tema. Lo que determinó esta semana el Gobierno, de pedir pruebas a los que ingresan y que hagan una cuarentena de 7 días, no alcanza más que para ponerse bien con su conciencia.
Si los comerciantes y los que ingresan, los sacoleiros, de manera cotidiana al territorio paraguayo pueden seguir viniendo de manera cotidiana sin ningún tipo de requerimientos, es que la propagación del coronavirus en su cepa de Manaos va a continuar siendo bastante peligrosa para nuestra seguridad.
Habría que achatar la curva de propagación del coronavirus, y la única manera es cerrando las fronteras con el Brasil. Hay que privilegiar, en este momento, la vida por sobre el comercio. Sé que el Gobierno ha perdido autoridad, pero al menos la realidad es bien concreta: Brasil es una bomba que impacta ya sobre nosotros.
