Por Benjamín Fernández Bogado
Ya veníamos muy mal en términos de la administración del Estado, del pésimo nivel de cuidado de la cosa pública, también una economía que no está siendo renovada como debiera. Pero todas estas cuestiones que podrían haber tenido un tiempo de reflexión y de acción —y por qué no de mejoramiento— no se ha dado como debería. Y hoy lo que nos molesta y nos preocupa es que no solamente no tenemos una expectativa de futuro razonablemente optimista, sino que vemos que al contrario, hay una predominancia del sentido del fracaso colectivo; de que saldremos más pobres y desahuciados de esta pandemia, que más comprometidos y vigorosos de ella.
Si uno tuviera que mirar la gestión del Estado, no necesariamente el optimismo será el elemento dominante cuando vemos de qué manera se sigue robando de las arcas públicas. Continúan los privilegios al mismo sector público sin ningún tipo de recortes, y se sigue amenazando con seguir trasquilando a la población productiva. Los vientos no son nada favorables para el país en su conjunto.
Aquí habría que mirar qué es lo que nos conviene de manera colectiva y no solamente aquello, que en términos individuales o grupales, nos conviene mientras vemos el naufragio de otros. Esos que pueden morir, terminarán también en un momento determinado sacando el trozo de madera al cual se tomaron muchos de los que intentaron en este tiempo, seguir viviendo como si nada hubiera pasado.