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Teoría y práctica del escrache

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Para los genoveses, “scraca” significa escupir, literalmente y por extensión.

¿De dónde viene la palabra escrachar? Para nosotros, de una copia acrítica del lunfardo porteño que a su vez adoptó el término a partir del italiano schiacciare, que significa aplastar, pero con énfasis en la versión genovesa scraca, escupir. Y ya se sabe que la mitad de los inmigrantes europeos que llegaron a Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del XX se embarcaban en Génova. De ahí derivan palabras como escrache, o acción y efecto de escrachar, y escracho, calidad que se asigna a algo feo, desagradable o poco estético.

El uso más actual de este término de raíz italiana viene en forma de repudio a algún personaje público, casi siempre de la política. “Escracharon a fulano de tal mientras bajaba del auto…” documentan los diarios o los noticieros de la televisión. En la era de los smartphones, los escraches pueden ser registrados con lujo de detalles, con audio de alta fidelidad y video HD 4K. ¿Qué puede hacer el escrachado frente a semejante situación? Lo único: alejarse de allí cuanto antes. Los escrachadores apelan a la violencia verbal que muchas veces es más destructiva que la física, sobre todo cuando se ataca una determinada condición personal de la víctima.

Muchos sociólogos y analistas se preguntan si acaso es ética o lícita la agresión verbal con gruesos calificativos. Se podría ensayar una respuesta argumentando que, según la situación y el momento, las explosiones verbales son incontenibles aunque muchos las consideren injustificables. El escrache más difundido y hasta socialmente aceptado es el que se ejerce en los estadios de fútbol. Nadie reprocharía a un hincha haberse referido en forma poco amable a la madre del réferi si éste ha pasado por alto un penal evidente para el equipo favorito.

Y si el escrachado es algún político de nota sobre quien pesa la sospecha de haber acumulado una fortuna robando el tesoro público, los insultos se tornan sangrientos y rabiosos.

El escrache no es bueno ni es malo, simplemente existe y estalla cuando el ciudadano, impotente frente a un gobierno inepto y rapaz, toma las palabras más hirientes para lanzarlas como dardos venenosos contra el corrupto. Es su recurso disponible contra el poderoso que se respalda en el Estado y su poder económico para sostener sus privilegios.

Nada más odioso ni más condenable para el ciudadano de a pie e inerme.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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