martes, septiembre 30

Ser amoral / Félix Martín Giménez Barrios

El diccionario de la RAE define la palabra “amoral” de la siguiente forma: adjetivo dicho
de una persona desprovista de sentido moral. Sin embargo, no hay que confundir el
término con “inmoral”, que implica no acatar las normas éticas conscientemente,
mientras que lo amoral señala indiferencia o falta de juicio moral. Podemos intuir que,
en este mundo de normas éticas y morales, el tener una postura amoral, en la mayoría
de los casos, representa un reto a las estructuras tradicionales o conservadoras.

Aunque no lo parezca, la amoralidad no lleva necesariamente a la maldad. Se trata
simplemente de una ausencia de juicio sobre lo que se podría considerar como “justo”
o “injusto”. Los individuos que actúan de esta manera se guían por intereses prácticos
sin miramientos de querer perjudicar intencionalmente las normas. Este hecho puede
ser liberador, pero también nocivo en una sociedad que depende de valores colectivos.

Aun así, la amoralidad es percibida por muchos como una honestidad sin filtros. Al no
someterse a los valores comunes, el individuo amoral es el único responsable de sus
actos e ideas, no hay justificaciones basadas en las religiones o la cultura. Esta forma
de ver la vida, aunque radical en muchos aspectos, condena la hipocresía de quienes
predican lo moral, pero se comportan contrarios a sus supuestos principios.

Dentro de la filosofía, podemos encontrar detalles quizá aún más extremistas. En el
libro “Más allá del bien y del mal” (1886), Friedrich Nietzsche critica lapidariamente la
moral tradicional occidental, en especial a la moral judeocristiana. No niega la moral,
sino que critica las normas tradicionales por considerarlas represivas, decadentes y
contrarias a la vida. El amoralismo es una postura filosófica que niega la validez o la
importancia de la moral, el amoralista no niega la existencia de códigos morales,
sencillamente no los considera importantes para su vida.

Al final, el ser amoral no es esencialmente algo bueno o malo, o querer estar más allá
de esos conceptos, es solo una postura compleja que depende mucho del contexto y
de los objetivos personales. Algunos pueden usar esa libertad para crear, mientras que
otros tal vez aprovechen para destruir. Aquí lo justo y necesario es tener autocrítica,
reflexionar sobre nuestros actos más allá de todo mandamiento, ese es un buen
camino hacia una ética más natural y humana.