El rapero español Pablo Hasél olvidó -o le importó un corno- que la monarquía tiene en España un trato especial en el Código Penal. Por eso le dedicó algunos twitts al emérito Juan Carlos the first calificándolo de “capo mafioso”; y “borracho tirano”;. Hasél (en realidad, Pablo Rivadulla Duro) fue capturado por los Mossos d’Esquadra de Barcelona y metido en la cacerolita bajo los cargos de injuria a la monarquía y glorificación del terrorismo. “Pretenden ocultar que muchas personas han salido hoy a exigir el fin de la monarquía fascista y golpean hasta a periodistas” proclamaba el leridano en su mensaje.
Los españoles quieren eliminar del código ese trato especial a la Casa Real. Con ese fin han llevado a las Cortes un proyecto de ley para modificar lo establecido en el artículo 491 del código que dice a la letra: “Se impondrá la pena de multa de seis a veinticuatro meses al que utilizare la imagen del Rey o de la Reina o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, o de la Reina consorte o del consorte de la Reina, o del Regente o de algún miembro de la Regencia, o del Príncipe o de la Princesa de Asturias, de cualquier forma que pueda dañar el prestigio de la Corona”.
Buena esa. Con lo prolíficas que son las monarquías europeas, y la española no escapa al modelo, es una verdadera muchedumbre la que queda bajo el paraguas del código vigente, desde el rey hasta el palafrenero real. La propuesta de modificación plantea la necesidad urgente de que el Estado español “supere estas censuras que tipifican como delitos la injuria a la Corona desde un concepto de sacralización de la imagen del rey y de su familia”. También trae a colación lo dictaminado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al sostener que “la quema de imágenes del rey debe entenderse como un acto de rechazo hacia la institución de la monarquía y que, por tanto, entra dentro del ámbito de la crítica política o la disidencia y está protegido por el derecho a la libertad de expresión”.
La imagen de la Casa Real española ha entrado en picada desde que se conocieron aspectos de la vida privada del rey emérito, sus inconductas personales y las operaciones sospechosas de corrupción que lo persiguen. En tanto, Juan Carlos disfruta de un espléndido retiro en Emiratos Arabes, dándo pábulo a aquella fracesita zumbona de que “es bueno ser rey”.