A iniciativa de la jefatura de gabiente, que es lo mismo que decir el Presidente de la República, se integró una “mesa de trabajo” dirigida a arreglar el fenomenal embrollo que existe con las propiedades, en especial las rurales, respecto a la expedición de títulos y certificados catastrales.
Algo que en las sociedades avanzadas fue solucionado hace siglos, en el Paraguay sigue siendo un pantano que ha dado pábulo a las “propiedades de dos pisos”, es decir, sobre las cuales existe uno o más títulos de dominio, algo obviamente imposible. De allí nacen todos los conflictos de propiedad y también los “excedentes fiscales”, subproducto made in Indert, muy buscado entre las fincas rurales por los usurpadores profesionales de tierras.
La era digital no ha hecho mella en el Servicio de Catastro ni en el Instituto de Desarrollo Rural y de la Tierra, que llevan décadas operando en el caos, la confusión y manteniendo intacto su mecanismo de generar problemas para vender soluciones. En el caso del Indert, el ultimo intento de normalización tuvo un nombre, SIRT -sistema de información y recursos de la tierra, una entelequia-, que arrancó hace unos 10 años y apenas logró completar el censo de unas 300 de sus 1.100 colonias. El proceso, frenado por razones imaginables, se tragó miles de millones de guaraníes y obtuvo datos que revelan el enorme abandono que muestra la tenencia de la tierra destinada por el Estado a reforma agraria: ni el 12% de los lotes está titulado. Hay unos 150.000 lotes sin traspaso patrimonial, unas 2.000.000 de hectáreas que convierten el Indert en el mayor latifundista del país.
Con un sistema de catastro que arrastra décadas de atraso y un ente de reforma agraria carcomido por la corrupción y la ineficiencia, ¿cómo es posible avanzar? Certificados catastrales que deberían entregarse en dos semanas tardan meses y aún años en llegar a las manos del solicitante. Esto provoca fenomenales atascos en la transmisión de dominios, para no hablar de las demoras en la generación de garantías reales para créditos hipotecarios que en el Paraguay son casi inexistentes.
Esperemos que esta “mesa de trabajo” de reciente cuño no se transforme en una comisión más que, según el refrán, es la mejor manera de enterrar definitivamente cualquier intento de solucionar problemas.
