La vista clavada en el título, las pulsaciones que le suben por un momento y la natural reacción indignada de algún ministro, parlamentario, concejal o representante delegado de la patria ciudadana, que confió hace casi tres años en su persona y que, a juzgar por comentarios, memes, redes sociales y vacunas sin aplicar, se siente bastante decepcionada por una actuación que, salvo honrosas excepciones, a esta altura del organizado desorden institucional, genera descreimiento, indignación y repudio para no entrar en epítetos donde se recuerda de modo inmisericorde a las pobres madres que nada tienen que ver con este asunto.
Hubo una lista en la cámara de diputados y senadores que daba cuenta de la formación profesional de los parlamentarios. Ya no está, ahora que cada uno solicitó se publique su currículum individualmente. No cabe duda que todos y todas leen y escriben, pero la formación universitaria no es tan generalizada y los postgrados y especializaciones en administración o manejo de la cosa pública, un bien muy escaso de hallar. Lo cierto es que esto no es condición para calificar en las próximas elecciones municipales ni para las nacionales. Mucho menos para aplicar como políticos con una sólida escuela democrática.
También es bueno señalar que, como decía Domingo Faustino Sarmiento (fallecido paradójicamente en suelo paraguayo) ,“los títulos no acortan el tamaño de las orejas”. Solo hay que mirar al ex diputado Portillo, con siete títulos de WASAP UNIVERSITY, para reconocer que no hay garantías académicas.
La pregunta es ¿Cómo se forman nuestros políticos? La historia hasta la recuperación del estado de derecho es muy clara. El sistema digital ya existía antes que naciera internet. A través de un prolijo sistema de adhesión ciega, obsecuencia incalificable y lealtad a prueba de bala, eran ubicados los selectos elegidos. La célebre frase de Luis María Argaña, “el único que falta soy yo”, luego de la primera foto del exilio en Brasil, da cuenta del sistema de ascensos y descensos que el implacable Gral. Stroessner aplicaba con sus súbditos, como con las quinceañeras vestales que pasaban por su alcoba. EL PODER SOY YO, EL ESTADO TAMBIEN Y EL GUARANI NO SE HABLA.
La marca ha quedado indeleble desde hace 30 años. Con otros modales, formas y “lenguaje democrático” se repiten “las buenas prácticas” hasta hoy. El recorrido de barrios, compañías y departamentos en búsqueda de adhesión, compra de cédulas y candidatos que ponen “su cuota al partido” para recuperarla luego de ser electos, es una costumbre tan arraigada que no marca diferencia entre las principales fuerzas hegemónicas de la política local. Hecho curioso, ambas necesariamente han tenido que seguir recurriendo al guaraní para encandilar a su clientela. Los programas de campañas son casi inexistentes y los simbolismos están más allá de cualquier idea o propuesta imaginativa. Lo que usted necesite le será prometido y en una semana podrá escuchar la polca con pañuelo colorado o la marcha liberal con pañuelo azul, ofreciéndole resolver su necesidad ancestral y que luego de la elección caerá en el olvido, y la fiesta continuara hasta la próxima elección, donde volverá a encontrarse con los mismos candidatos, un poco más arrugados, con algunas canas y unos kilos de más.
En campaña electoral, los candidatos tratan de diferenciarse por la calidad de sus barbaridades verbales, que no siempre reflejan su accionar gubernamental. Vale recordar y reconocer que “el ex presidente Horacio Cartes, firmó como política de salud sexual y reproductiva la igualdad de género como sinónimo de igualdad entre el hombre y la mujer. Durante la campaña electoral, al ser abordado sobre este mismo tema, había dicho con fuerte convicción: “si me sale un hijo gay, me pego un tiro en las bolas”. Se dice una cosa, luego se hace otra, todo esto forma parte del sistema pedagógico que dejó la escuela Stronista y que aún goza de buena salud.
Han transcurrido 30 años, el sistema a dedo ya no obedece a la mano del dictador, sino a los programas digitales, que tienen a mal traer a buena parte de la clase política por la velocidad de reproducción de mensajes y la variedad de soportes que hacen saber la disconformidad día a día.
Textos, audios, videos, memes y otra serie de efectos visuales que hacen que nuestros políticos se llamen al silencio. Hasta un hombre probado en la arena política y con 30 años de escuela en el parlamento, como el calesitero de Ypacaraí, ha dejado su voz de barítono para mejores tiempos, siguiendo aquel célebre consejo: mejor desensillar hasta que aclare. No son tiempos de serenatas ni de asados multitudinarios y su último cumpleaños pasó sin pena ni gloria.
Otro clásico de la política tradicional: el buen beber y buen comer. Pareciera que resulta difícil digerir buenas ideas si no van acompañadas de barrigas llenas y estómagos mojados, hasta el delirio de volver a escuchar la voz sólida y atronadora de aquel general, que durante más de 35 años decidió la suerte del Paraguay.
No cabe duda que ha sido una gran escuela, a juzgar por sus ex alumnos y otros más jóvenes que no pudieron asistir a las memorables clases, pero que repiten el mismo libreto como si el tiempo no hubiera pasado. Los buenos profesores se reflejan en sus alumnos. A usted amable lector, podrá no gustarle las malas copias que repiten los párvulos del siglo XXI y los gerontes aún en actividad, luego de varios rekutú. Pero todo lo que comienza alguna vez termina y para no quedarme solo en la crítica de lo que fue y es, la próxima semana, si usted lo permite, tendré el placer de compartir mis reflexiones sobre “Políticos con escuela”.