Las navieras de bandera nacional hacen bien en preocuparse ante los primeros síntomas que llegan desde Buenos Aires y que hablan de medidas tomadas por la autoridad de vías navegables sobre el tráfico fluvial de origen paraguayo. El modus operandi porteño sigue a la letra un argumento arbitrario y jurásico.
En el siglo XVII, la corona española otorgó a la ciudad de Santa Fe de la Veracruz el carácter de puerto preciso. Eso significaba que el tráfico comercial por el río Paraná hacia y desde Asunción debía recalar allí y pagar gruesas gabelas, o sea, impuestos. Toda mercancía con rumbo a la “madre de ciudades” tenía la obligación de “hacer puerto” antes de seguir viaje. A la inversa, los productos paraguayos con rumbo a Buenos Aires u otros destinos, eran descargados en Santa Fé para de allí seguir viaje a la capital porteña ya por cuenta de cargadores y transportistas argentinos. Eso es lo más antiguo en cuanto al esquema de expoliación parásita del comercio exterior paraguayo.
En los años ’60 del siglo veinte -no hace tanto si seguimos el hilo de la historia- el tratado de libre navegación de los ríos de soberanía compartida puso fin a ese esquema y lo cambió por uno de uso compartido de los recursos navegables.
Eso, en el discurso. En la práctica, Argentina obra arbitrariamente cuando se le ocurre, abriendo y cerrando los tramos del Paraná que discurren a través de su territorio. Una de las últimas medidas, de una barbarie inaudita, la impuso la primera tanda del kirchenrismo en el poder, cuando obligó a los convoyes paraguayos rumbo a Nueva Palmira, Uruguay, a fraccionarse en secciones antes de atravesar aguas argentinas y alcanzar la costa uruguaya. Es imaginable los sobrecostos que semejante brutalidad imponía a los armadores. La medida fue levantada por el gobierno de Mauricio Macri. Ahora, con “los Fernández” reinstalados en la Casa Rosada, sacan un brulote similar obligando a todo el tráfico de bandera paraguaya someterse a las horcas caudinas de un ministerio gestionado por el kircherismo “camporista”, lo más jurásico de la política retrógrada argentina.
La cancillería debe montar guardia. De Argentina, ahora, es esperable cualquier cosa porque las mafias portuarias vuelven al ataque y muestran los dientes.
