@peztresojos – Emprendedor y Comunicador Social
Hace casi 80 años se definía al Sueño Americano como ése aspiracional donde todos podían acceder a servicios, movilidad social, consumo e igualdad de oportunidades. En nuestro país, el «sueño paraguayo» se difumina cada vez más en el horizonte, donde acceder a una vivienda propia es prohibitivo, dónde el valor de una cuota de compra supera fácilmente los dos salarios mínimos (a 20 años) en un país donde
casi el 80% de los trabajadores percibe el mínimo estipulado mensualmente. Y la vivienda es solamente uno más de los problemas: la educación pública es como un vaso de leche diluida en 10 litros de agua, se ve como leche, pero no lo es. La salud pública depende de polladas y eventos solidarios, de largas esperas y servicios deficientes. En éste panorama, la posibilidad de prosperar y generar una movilidad
social hacia arriba puede ser una tarea frustrante e imposible. Antes me lamentaba cuando conocidos y personas talentosas dejaban el país en búsqueda de oportunidades, jóvenes formados que podrían ser
el cimiento de una nueva democracia y un camino de oportunidades, expulsados del país por tener la sana ambición de salir adelante sin esas trampas de falsa democracia que nos rodean. Hoy me sigo lamentando, pero no por ellos, sino por la patria que no supo retenerlos, explotar su potencial al servicio de los demás y solidificar la promoción real de las igualdades, basados en los méritos, en la igualdad, en la no discriminación y sin importar el segmento social del cuál uno proviene.
Resuena en mi cabeza la frase de Isaac Newton, padre de la Ley de la Gravitación Universal: «Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes».
Muros de indiferencia, de corrupción, de individualismo, de desidia. Pareciera ser que el bienestar consistiera en repartir mucho entre pocos y asegurar que poco llegue a muchos. Ojalá logremos derribar esos muros que nos impiden generar un ambiente digno y de oportunidades para todos nuestros compatriotas.