Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo
Creo que habrá sido a finales de los ’90, que el lingüista norteamericano Noam Chomsky, analizando el concepto de civilización, decía que la sociedad de Chiapas, al sur de México era más civilizada, en términos humanistas, que la sociedad de Manhattan, de EEUU; porque la población de Chiapas se encontraba, intercambiaba ideas en torno a su vida en comunidad, analizaba su fortalezas y debilidades comunes, sus problemas, compartía sus soluciones; mientras, la de Manhattan no se miraba, no se encontraba, tenía problemas comunes pero al no intercambiar no los identificaba. En síntesis, la sociedad de Manhattan estaba aislada, cada una en sus casas, sin comprender que muchas de las cosas que cada persona y familia pasaba, eran similares a las que estaban pasando varias otras de ese lugar.
Esta comprensión de civilización ha vuelto repetidamente a mi cabeza durante todos estos años. Cuando me inicié en activismo social y en militancia política, tanto en organizaciones sociales como en el Partido Comunista, durante mucho tiempo compartí propuestas y experiencias para organizar a la sociedad paraguaya en sus gremios y sus comunidades, a trabajadores, estudiantes, campesinas y campesinos. Y entonces, al compartir experiencias e identificar las tareas a realizar, decíamos que el pueblo, la sociedad, está desorganizada. De modo que, entendiendo la magnitud de la tarea, nos lanzábamos a “organizar lo desorganizado” y chocábamos con duros muros de esa –para nosotros- desorganización. Incontables veces nos frustramos. Y al frustrarnos, algunos concluían que “el pueblo luego es ignorante, no quiere ordenarse” y “para qué luego nos esforzamos si la mayoría no quiere cambiar”, aparecía entonces algún que otro “el paraguayito luego es…”, con todo el peso de baja autoestima que tiene esa idea de que somos inferiores y por eso estamos condenados a vivir así.
Con los años y la evaluación de la experiencia, me fui dando cuenta de la poderosa organización de la sociedad a la que nosotros la veíamos desorganizada. Y de vuelta aparecía Chomsky con ese ejemplo de diferencias entre Chiapas y Manhattan. Así, desde hace un buen tiempo que, entre mis camaradas, compañeras y compañeros, amigas y amigos, insisto en que no es lo mismo organizar algo que está desorganizado, que disputar la organización con un proyecto de sociedad que desde hace décadas y décadas, arraigó una forma de funcionamiento en dicha sociedad. Son tareas con dimensiones muy diferentes.
Por eso que nos frustramos mucho cuando pensamos que la tarea es organizar lo desorganizado. Al no lograrlo nos parece que no tenemos capacidad y entonces proyectamos nuestra frustración sobre el grupo con el cual estuvimos trabajando, cuando en realidad lo que sucede es que la dimensión de la tarea es muy diferente, mucho más grande y compleja.
Entonces, la sociedad está muy bien constituida por quienes dominan las relaciones de producción, o sea, los patrones dueños de empresas, fábricas, bancos, grandes extensiones de tierra, y ellos no están dispuestos a resignar su propuesta en favor de la nuestra.
Las patronales organizan nuestro horario laboral, nuestras opciones de ocio manejando toda la oferta de entretenimientos, nuestra manera de vestir, alimentarnos y relacionarnos entre amigas y amigos, parientes, extraños, hasta nuestra manera de amar. Y todo, en función a la producción de mercancías. De modo que debemos oponer otra organización que no solo cuestione la que existe, sino la supere.
En este momento de profunda crisis mundial, en todos los países, ciudades, barrios, familias, grupos de whatsapp y demás, se está discutiendo sobre formas de organización. En este momento saltan con mucha claridad las limitaciones e insuficiencias de la forma en que el capital, o sea, de las patronales, estructura nuestras vidas.
En Paraguay, los intérpretes de intereses de las grandes empresas mundiales, que según Knight Frank, la consultora privada más grande del mundo, en el año 2016 alcanzó a 2.200 personas en Paraguay, nos plantean un Estado a su imagen y semejanza, con instituciones que solo funcionan cuando ellos necesitan cuidar sus riquezas. Estamos hablando de 2.200 millonarios, que tienen más de 1 millón de dólares, que son quienes manejan este Estado, y que además cargan el costo de su funcionamiento en los casi siete millones de paraguayos que no tenemos 1 millón de dólares, que muy al contrario de ese privilegio, subsistimos y nos debatimos, en muchos casos, entre el hambre y la muerte.
Ellos, los millonarios, están muy bien organizado. Miremos sus empresas, sus gremios y como han logrado disciplinarnos en función a sus privilegios, organizando nuestra vida y estructurando un Estado que sirva para reprimir, criminalizar y anular cualquier reclamo de justicia cuando amenaza sus posiciones de poder y comodidad. Por eso digo que han construido un Estado a su imagen y semejanza.
Por eso tenemos la educación, la salud, el transporte, el acceso a la tierra, la vivienda, la alimentación, la justicia, el funcionamiento de la seguridad y la selectividad en la represión, tan lejanas al derecho y tan cercanas a los privilegios. Porque son las expresiones de una forma organizativa del “sálvese quien pueda”, brutal, mezquina, en donde esos 2.200 y unos cuantos más, pueden vivir, porque pueden pagar. Tener calidad en educación, salud, transporte y todo eso que mencioné más arriba solo es posible si tenés dinero. Entonces, no son derechos de una civilización, son privilegios.
Esta forma organizativa vigente la tenemos que detonar, a sabiendas de lo doloroso que será hacerlo, porque hemos sido educados de manera hipócrita, con fuerte doble moral, y nuestros hábitos de convivencia son mucho más mezquinos que solidarios, mucho más competitivos que complementarios, mucho más individualistas que colectivos. Si entendemos bien nuestra necesidad de una nueva organización social y de nuestras propias limitaciones de hábito, tenemos la primera gran claridad para avanzar hacia formas organizativas superadoras que permitan una civilización más avanzada que la actual.