Dentro de un año ya sabremos quién será el nuevo Presidente y los miembros del Congreso. Los comicios están marcados para el 23 de abril del 2023 y los aspirantes se asoman en la pista. El que quiere, desea, anhela o ambiciona llegar a algún lugar, oficio o título social o cargo político, plebiscita su nombre ante una sociedad descreída y harta. No les será fácil.
La pandemia acentuó la pobreza y ni la educación ni la salud importaron antes, durante y menos después de la pandemia. Los que aspiran están sin inspiración en un ambiente tóxico generado por los mismos políticos de siempre.
El año que viene sabremos si la ciudadanía quiere la continuidad o la alternancia y ella debe informarse bien para tomar la decisión correcta. Se juegan muchas cosas en una democracia tembleque. Será clave elegir más que votar. Sabremos si los más de 2 millones de pobres y 350 mil empleados públicos inclinan la balanza hacia qué lado así cómo cuando de idiotas aun tenemos.
El año que viene no empieza ni termina un gobierno sino continua el trabajo del político y ciudadano comprometidos con un país que más que presentar nombres y fotos de nuevos solicitantes debe exigir conocer sus planes, mirar sus antecedentes para premiarlos o castigarlos en las urnas. No deben primar las lealtades primarias cómo las pertenencias familiares a los partidos o los favores recibidos alguna vez. Es hora de saberse dueño de derechos y demandar antes que mendigarlos.
Estamos últimos en educación, salud y con un nivel de robo espantoso desde el Estado. Si queremos un mejor mañana hagamos que dentro de un año al menos tengamos esperanzas de que eso puede cambiar. Botemos a los indeseables y votemos a los mejores para no lamentarnos dentro de un año de los mismos de siempre.
