La resistencia al cambio es natural no sólo en el ser humano sino en todas las especies, tal vez por aquello de que “natura non facit saltus”, esto es, la naturaleza no da saltos abruptos sino que evoluciona paulatinamente. El COVID-19 nos impuso un comportamiento por completo opuesto al que veníamos teniendo históricamente. Los estadios rebosantes de espectadores, los conciertos multitudinarios, la gente apiñada en bares y restaurantes, o haciendo cola para entrar a un teatro o para apiñarse en algún centro nocturno cerrado herméticamente para bailar, escuchar música y tomarse unos tragos…
Todo eso es historia.
No podremos volver al trabajo como lo hacíamos hasta diciembre de 2019. Tampoco las escuelas, los colegios y las universidades podrán recuperar su ritmo anterior, con aulas repletas, recreos ruidosos y campus poblados de grupos de estudiantes compartiendo una rueda de tereré mientras preparan el examen. El transporte público está lleno de protocolos y hasta las reuniones familiares o de amigos tienen un aforo máximo.
Y por supuesto, el barbijo o mascarilla es ya parte de nuestra vestimenta, el lavado de manos un rito repetido inconcientemente y el alcohol en gel se ha incorporado definitivamente a nuestra agenda del día. Los creativos no se cansan de diseñar originales vaporizadores y dispensadores que las mujeres pueden llevar en sus carteras sin que desentonen con el arsenal de artículos de belleza y tocador.
Ya nada es como antes. Y sin embargo, a lo largo del día escuchamos una y otra vez frases como éstas: “Cuando todo vuelva a la normalidad vamos a juntarnos en casa…”, o “arrancamos con el negocio cuando se acabe esto del barbijo y el alcohol…”. El comercio y el entretenimiento esperan recuperar sus locales atestados de clientes, los productores de conciertos masivos sus plazas rebosantes y los CEOs del futbol showbusiness volver a sus millonarias recaudaciones con estadios en los que no entre ni un alfiler.
Todo eso es historia. Por mucho, mucho tiempo la normalidad será otra. Un tercio de la capacidad de un estadio, un máximo de 15 clientes por tanda en el super, fanáticos del cine sentados tres sitios de por medio vacíos… Esa es la nueva normalidad. Tendremos que hacernos a ella nos guste o no.
Porque esta vez, natura sí dio el salto.
Y nos dejó a todos en offside.