jueves, septiembre 18

Nada en el camino / Félix Giménez

Hay veces en las que caminar sin rumbo no es algo negativo; es la forma más
honesta de encontrarse a uno mismo. Ahí en medio del silencio, lejos de los rumores
del mundo. Uno podría descubrir que la vida a menudo, nos empuja a buscar
respuestas en lugares que jamás planeábamos visitar. La verdadera lección de
caminar sin horizonte no está en lo que encontramos, sino en lo que dejamos atrás.

La ausencia de señales guía no siempre es igual a un obstáculo; a veces, resulta una
invitación para mirar hacia adentro. Cuando no hay letreros o estrellas que señalen el
destino, somos nosotros quienes decidimos qué significa seguir. El silencio del vacío
no asusta, sino que nos ayuda a liberarnos con más claridad.

Este mundo de hoy nos obsesiona con llegar, con llenar cada instante de éxito o de
propósito. Si observáramos con honestidad, veríamos que lo esencial nunca estuvo
fuera. El camino no debería justificarse por lo que se pierda o adquiera; si lo
llegáramos a sentir vacío, significa que lo que verdaderamente importa ya camina a
nuestro lado; no hay necesidad de fijarse en los paisajes de otros.

No se trata de abandonar los sueños, sino de abrazarlos sin ansiedad, entendiendo
que el verdadero viaje es interno. Entonces, con esperanza en el corazón,
comprendamos que, si no hay nada en el camino, tal vez nada pueda pararnos. A
veces basta con poner un pie delante del otro, sin más sentido que seguir respirando.
En ese simple acto, podríamos encontrar lo que buscábamos sin saberlo.