Los candidatos a intendentes y concejales municipales no dejan de asombrar. La abrumadora mayoría apenas es capaz de balbucear cuatro naderías sin contexto o frases grandilocuentes llenas de nada. Algunos hablan de cambio, otros de recuperar “viejas grandezas” (¿?), por allí alguien sueña con una “gestión modelo” y no faltan los que se meten con el resbaloso concepto de “recuperar credibilidad”. Marketing electoral, se dirá. De bastante pobre calidad, diremos nosotros. Pero, ¿y el abordaje de fondo?
Los municipios paraguayos comparten variables muy duras. Padecen una miseria presupuestaria general producto de que hasta hoy -salvo contadas excepciones- no sirven para otra cosa que para mantener funcionarios y repartir los limitados excedentes entre amigos. Ya se sabe, licitaciones de pavimentos, semáforos, merienda escolar, muebles, papelería, etc.
Por otra parte, sufren idénticos déficits infraestructurales: recolección de desperdicios deficiente y cara, inexistencia de alcantarillado sanitario con tratamiento, pavimento de pésima calidad, falta de desagües pluviales y tránsito caótico y descoordinado con municipios vecinos.
La gran Zona Metropolitana de Asunción es el mejor ejemplo de cómo una mancha urbana que ya no tiene limites definidos -salvo el que se pinta en los planos- es incapaz de funcionar como un todo y abordar soluciones globales que hagan viable la vida en su interior. Y va siendo hora de que quienes aspiran a gobernar este conglomerado vayan aprendiendo cómo hacerlo. Los números cantan.
La ZMA concentra el 39,5% de la población paraguaya en el 0,6% del territorio, área en donde se genera un PIB de US$ 26.800 millones, el 68,7% del total nacional. De esta manera, con US$ 10.400 per cápita, sus habitantes doblan el PIB nacional por habitante.
Semejante densidad demográfica concentrada en tan poco espacio demanda soluciones estructurales que superan la mejor planificación por municipio que pueda darse, lo cual, como dejamos dicho, no es el caso. Quienes aspiran a gobernar semejante área demuestran una total desconexión con la enormidad del desafío que les espera y terminarán, como los actuales intendentes y concejales, aplastados por la realidad dejando sus municipios a la deriva. Los gobiernos locales deben entrar alguna vez al siglo XXI y aprender a cooperar. Cuanto antes, mejor.
