Luz González
@lumagonzalezpy
“Aquí estoy para servir con humildad”, señaló con una firme convicción Monseñor Adalberto Martínez Flores, quien asumió hace tres semanas como arzobispo de la Arquidiócesis de la Santísima Asunción. Con 70 años, se destaca por su gran cercanía con la juventud y los más necesitados.
“Ser arzobispo de Asunción es volver a mi casa y, en la madurez de mis casi 37 años de sacerdocio y 25 años de episcopado, quiso Dios que asumiera la responsabilidad de la sede Metropolitana”, expresó Monseñor.
Recordó que en 1985 se consagró sacerdote para servir a la Iglesia donde lo necesitara. En 1997 fue consagrado obispo, primero como Auxiliar de Asunción, luego como obispo de San Lorenzo, de San Pedro, del Obispado Castrense, de Villarrica y finalmente, como arzobispo de la Santísima Asunción.
ES TIEMPO DE CONVERSIÓN
La cuaresma, que inició con el miércoles de ceniza, es el tiempo propicio para reflexionar y prepararse para el día de Pascua. Pero los últimos hechos sociales, políticos y económicos, ha hecho que flaqueé la fe y esperanza de todo el pueblo. Por lo que para Martínez “es tiempo de conversión, de cambio”.
“Como dice Carlos Miguel Giménez en la hermosa canción Mi patria soñada, la patria nueva será posible si tenemos una sociedad rica en hombres sanos de alma y corazón. En nuestra sociedad, muchos han perdido el sentido del pecado, del mal, del pudor. Tanto en sentido activo como pasivo. Es decir, los corruptos no se avergüenzan de sus actos y de su estilo de vida, y gran parte de la sociedad es tolerante con ellos. No hay sanción social como mecanismo de control para minimizar los hechos de corrupción”, reflexionó.
Agregó que el nuevo Paraguay que soñamos solo será posible con mujeres y hombres nuevos. Ciudadanos de bien, patriotas, que se juegan por su fe allí donde le toca actuar: en la política, en la economía, en la educación, en la cultura, en el deporte, en el mundo del trabajo y de la empresa y, sobre todo, en su vida personal y familiar.
EL BIEN COMÚN
El Gobierno, que lleva las riendas del país y en estos últimos días ha dejado mucho que desear, para Monseñor debe dejar de lado los intereses mezquinos, personales o de grupos.
“La tarea del bien común es de todos, sin distinción de credo religioso ni partidos políticos. Es una apelación a todas las personas de buena voluntad, ciudadanos de bien que están llamados a ser parte de una cruzada nacional para el saneamiento moral de la nación. Esta es una tarea urgente e impostergable”, puntualizó.
Y continuó resaltando que el Paraguay necesita con urgencia signos de esperanza de “quienes tenemos responsabilidad ante la sociedad”. La Iglesia católica no puede defraudar la gran confianza que deposita en ella la ciudadanía. “Si anhelamos la paz social, es imperativo buscar espacios y mecanismos para el diálogo y la concertación social por el bien común”.
DESAFÍO
Sobre el gran compromiso que ha asumido, refirió que en el ámbito eclesial asume el desafío de fortalecer el sentido de familia y de pueblo de Dios. “Queremos estar cerca de los sacerdotes, como padre, como hermano, como pastor; escucharlos y acompañarlos. Parte prioritaria de nuestra misión es fomentar la comunión y la fraternidad en el clero, y en todos los miembros del pueblo de Dios”, afirmó.
Asimismo, hizo mención a que el Papa Francisco habla de cuatro cercanías que debe tener el sacerdote: cercanía con Dios, cercanía con el obispo, cercanía con los otros sacerdotes y cercanía con el pueblo.
EJES PRINCIPALES
Finalmente, sobre su eje de trabajo, lo dividió en dos puntos, que considera fundamental y acorde a los tiempos actuales.
En lo eclesial: poner todo el empeño y los medios necesarios para asumir y profundizar las orientaciones del Concilio Vaticano II, que encuentra en el Magisterio del Papa Francisco, contenido sobre todo en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, un programa, un camino, un modelo a seguir para que la Iglesia cumpla a cabalidad con su razón de ser: llevar la alegría del Evangelio a todas las personas, en todos los ambientes, sin exclusión.
En lo social: trabajar por el bien común a través del diálogo, el consenso y la concertación de todas las fuerzas políticas, sociales, económicas, culturales y religiosas. La sociedad paraguaya necesita dialogar, consensuar y concertar en torno a algunos ejes centrales como la reducción de la inequidad estructural, que es y será fuente permanente de conflictos; la lucha contra la corrupción y contra la impunidad; abordar con rigor el grave problema de la tenencia y propiedad de la tierra, el catastro, el ordenamiento territorial y políticas públicas para el desarrollo social y económico en armonía y respeto por el medio ambiente.
Foto: Nando Báez.