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Mingas ambientales

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Hace décadas que en el Paraguay se hacen “mingas ambientales para crear conciencia”. El resultado está a la vista. La conciencia no aparece por ningún lado, no se crea, ni siquiera se la aparenta. Y la basura nos acecha con su secuela de olores, descomposición, alimañas e insectos y su inmunda imagen de subdesarrollo.

La conciencia es un estado de la mente que otor­ga a la persona suficiente conocimiento del bien y del mal como para enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios, dice la Academia. También se la define como el conocimiento claro y reflexivo de la realidad. Un montón de gente, en el Paraguay, no tiene claro que la basura es mala para la salud del cuerpo y del alma, que propaga enfermedades y que presenta a la sociedad como un conjunto de bárbaros e ignorantes. Por eso las “mingas ambientales”, triste remiendo para tapar los agujeros dejados por individuos sin conciencia.

A las puertas del renacimiento, las ciudades europeas nadaban en aguas negras y la vida de sus habitantes transcurría entre montañas de basura. Pero cuando aprendieron –a las malas- que de allí salía la mayor parte de las enfermedades infecto contagiosas, obraron en consecuencia e inventaron las cloacas y los vertederos de desperdicios. Los londinenses soportaron por siglos el “gran hedor” (big stink) del Támesis hasta que el ingeniero Joseph Bazalgette dotó a la ciudad de un admirable en­tramado de cloacas activo hasta hoy. Dos siglos más tarde y en plena vigencia de las ciencias de la salud vinculadas a cuestiones ambienta­les, ni el 15% de los hogares paraguayos está conectado a redes sanitarias con tratamiento de efluentes y tenemos que salir a hacer “mingas ambientales” para recoger las porquerías que tiran en cualquier parte las hordas de mu­grientos que acampan en nuestra ciudades.

Alguien dijo que si la educación nos parece cara, deberíamos probar con la ignorancia. Aquí lo hacemos a diario, sólo que por ausencia de conciencia, una enorme cantidad de gente no vincula la suciedad y el desorden con la difusión de enfermedades por pura ignorancia.

También falta vergüenza, ya que muchos habitantes de la mugre ven trabajar a los “mingueros” sin acercarse a darles una mano, como si el asunto no les incumbiera o fue­ran habitantes de una cuarta dimensión.

Triste pero real.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.