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Mendicidad disfrazada

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¿Qué pasaría si los cuidacoches se declaran en huelga? ¿Cómo afectaría a la economía un paro indefinido de limpiavidrios? No es necesario siquiera responder esas preguntas. Resulta absolutamente obvio que no ocurriría nada porque se trata de actividades que no tienen mercado, carecen de demanda y no son sino una simple mendicidad a duras penas disfrazada.

Un cuida coches no cuida nada, no está en condiciones de responder por ningún evento, grande o pequeño, que pueda ocurrirle a un vehículo estacionado en “su territorio”. Es más: la usurpación de la vía pública que ejercen estos “trabajadores” se convierte en horas pico –partidos de futbol, conciertos, etc.- en verdaderos actos de extorsión: “Pagás por adelantado y te doy espacio”. No son raros los episodios de conductores que encontraron sus vehículos con serios destrozos por negarse al chantaje, con absoluta indiferencia de los policías que, lejos de ser garantía para el propietario del vehículo, van prendidos en el negocio.

Eso lo sabe muy bien el ministro del Interior actual, lo sabía el anterior y seguirán sabiéndolo los próximos ocupantes circunstanciales de una cartera que no ha contribuido absolutamente en nada en la búsqueda de una solución de fondo a esta apropiación ilícita de espacios públicos perpetrada con absoluta impunidad. Una cosa es la marginalidad y otra muy diferente convertir veredas y calzadas en un negocio particular que cuenta con la protección de policías y la venia del ministro del Interior. Una cosa es instalar un puesto de panchos en la vía pública y otra muy distinta apropiarse de un espacio público y obligar a terceros a pagar por su uso. Ahora resulta que para impedir actos de extorsión a manos de patotas de “cuidacoches” se necesita una orden judicial.

A este extremo de cinismo están llegando personas que, investidas de un poder delegado por el Presidente de la República, mantienen un statu quo que atropella a los ciudadanos y los convierte en rehenes de vividores apalancados por políticos sinvergüenzas. Esta es una de las razones por las que el centro histórico está muerto. Lo han matado entre todos, policías, “cuidacoches”, “limpiavidrios” y ministros cínicos que se escudan en regulaciones inexistentes para justificar su inacción. Todos están “en la cómoda”, recaudando y mandando al diablo a la ciudad.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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