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Memorias de la Alhambra

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Cristian Nielsen

Fue un 2 de enero, hace 530 años. Esa noche, Abu ʿAbd Allah Muḥammad ibn ʿAlí, el último sultán nazarí, abandonaba su amada Alhambra para ir al exilio tras perder la denominada “guerra de Granada” a manos de los Reyes Católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Boabdil, que así se lo conocía, se alejó de aquellos parajes serenos y partió con su familia para ir a comer el amargo pan del exilio en las sierras de Alpujarra, el sur de Andalucía. 

El contraste no podía ser más violento. El sultán debía renunciar a los paradisíacos jardines, patios, fuentes y palacios de la mítica Alhambra para refugiarse en un inhóspito paisaje de colinas peladas y cumbres nevadas. La historia dice -aunque de esto nunca pudo obtenerse respaldo documental- que Boabdil se volvió en su caballo antes de perder de vista Granada y su palacio de leyenda, y derramó unas lágrimas ante el insoportable peso de su derrota. Fue entonces que su madre, la sultana Aixa, dejó para la posteridad aquella frase hiriente: “Lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre”.

 

BISAGRA HISTORICA – El episodio del 2 de enero de 1492 fue una bisagra en la historia de España. Los Reyes Católicos culminaban con el operativo de ocupación del Palacio del Generalife, corazón administrativo de la Alhambra, el proceso de reconquista de la península Ibérica que se había iniciado en 1469. Ese año, el himeneo de Fernando e Isabel consagró la unión de los reinos de Castilla y Aragón. “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando” era el lema de la casa real surgida de aquella unión que dos hechos posteriores, la conquista de Granada y el descubrimiento de América, habrían de desembocar en el nacimiento de la España moderna. 

Entre los frenéticos movimientos generados tras el abandono del palacio real por Boabdil, empezó el reacondicionamiento de las habitaciones reales. Ambos esposos habían estado llevando una vida itinerante impuesta por los rigores de la guerra de reconquista. Así que es fácil imaginar cómo se habrán sentido al entrar a aquel inmenso recinto lleno de fuentes, flores, esculturas e interiores exquisitamente decorados.

Pero no todo eran rosas. La Alhambra presentaba rastros de abandono y fallas de mantenimiento en muchos de sus espacios. El patronato Alhambra y Generalife reporta en su blog: “En 1492 el estado de conservación de la Alhambra dejaba bastante que desear y necesitaba de urgentes reparaciones que fueron emprendidas con celeridad, y, lo que es más importante, llevadas a cabo por musulmanes para mayor garantía de éxito”.

 

COLON, ¿ESTUVO EN ALHAMBRA? – La historia “oficial” de Cristóbal Colón y su relación con los reyes católicos refiere que tras muchas negociaciones con la pareja real castellano-aragonesa, Colón obtuvo dos cosas fundamentales: fondos para emprender el viaje en busca del Catay (antiguo nombre de China) y respaldo institucional para lo que hubiere de descubrir en el camino. La leyenda de las joyas de Isabel jamás pudo ser probada. Lo que sí se sabe con certeza es que Luis de Santángel Vilamarxant, financista de la casa real, fue quien bancó al “Almirante de la mar océana”. Dice Francisco López de Gómara, eclesiástico, humanista e historiador de la Conquista: “Y porque los reyes no tenían dineros para despachar a Colón, les prestó Luis Santángel, su escribano de Ración, seis cuentos de maravedíes, que son en cuenta más gruesa diez y seis mil ducados”.

Lo siguiente que obtuvo Colón fueron las Capitulaciones de Santa Fe, que le otorgaba plenos poderes.

El agitado periodo previo al viaje que se iniciaría el 3 de agosto, tuvo a Colón de un lado a otro de la península. No hay evidencia de que el navegante se haya entrevistado con sus protectores y financistas en el Palacio del Generalife que, a la sazón, estaba en plena restauración. Pero sí hay documentos escritos de que, a su regreso del tercer viaje a América, Colón estuvo hospedado en la Alhambra en 1.500 y en 1.501. Para entonces, ya se habían iniciado las desdichas del descubridor, quien había sido despojado de muchos de sus poderes. En ese clima de malos presagios, Colón se encaminó hacia su cuarto y ultimo viaje. En su recreación histórica “El infortunado descubridor de un mundo”, Jean Descola, escritor hispanista francés, dice: 

“Este hombre audaz, que desafía a los nuevos conquistadores, les dobla sin embargo en edad. Está medio ciego, atormentado por la gota, consumido por terribles penalidades. Pero tiene un alma joven, y una voluntad que sólo la muerte quebrará. Así, casi tranquilo pero no resignado está Cristóbal Colón en su último combate con el Mar de las Tinieblas”. 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.