El hecho acontecido el día de ayer en tierras colombianas no tiene precedentes en nuestra historia. Un servidor público asesinado, el fiscal contra el crimen organizado Marcelo Pecci fue ejecutado en el extranjero.
Este es un ejemplo más del peligroso camino que hemos tomado como sociedad. El crimen relacionado a las mafias trascendió fronteras y es capaz de eliminar a quienes se interpongan en su camino inclusive a miles de kilómetros de nuestro país. La situación es insostenible y se debe a la fuerza que han ganado los grupos delictivos de un tiempo a esta parte y por sobre todo a sus vínculos con el poder en cualquiera de sus manifestaciones.
Para poder dimensionar el alcance de estas organizaciones se puede observar que solamente en las últimas operaciones anti narcotráfico, como la operación atlántico, fueron incautadas en Europa alrededor de 37 toneladas de cocaína provenientes del Paraguay. Cada kilo de la droga en el viejo continente tiene un valor de aproximadamente 50.000 euros. Los números son exorbitantes.
Otro flagelo, y de los más importantes es el contrabando. Desde el efectuado a pequeña escala hasta el de cantidades inimaginables. Solamente al hablar de cigarrillos se observa que existe una superproducción de 2.800 millones de cajetillas al año en Paraguay. 600 millones de unidades son destinadas al consumo interno y la exportación legal. El destino de las restantes 2.200 millones de cajetillas es incierto, pero se supone con fuerza terminan siendo parte de la enorme red de contrabando existente. Según el Banco Central, la Secretaría de Tributación y la organización CADEP, sólo el contrabando de cigarrillos representa unos 200 millones de dólares anuales y este dinero en parte termina financiando terroristas y organizaciones criminales, que no dudan en recurrir a sicarios al ver sus negocios amenazados.
También es necesario mencionar al tráfico de armas, de marihuana, el contrabando de productos de todo tipo y claro, los casos de lavado, varios mediáticos como los de los diputados Osorio y Tarragó, el empresario Darío Messer y otros, que se relacionan con otra problemática: la narcopolítica y la impunidad, lo que posibilita veamos a candidatos abrazados a narcos sin vergüenza alguna.
El caso Pecci debe representar el principio del fin de la mafia en Paraguay, pero esto sólo se logrará debilitando el tráfico, el contrabando, el lavado, y al mismo tiempo fortaleciendo y depurando a las instituciones que combaten al crimen organizado.
El pueblo paraguayo hoy se manifiesta, reclamando justicia, exigiendo la captura de los responsables materiales e intelectuales del hecho y diciendo con claridad #MafiaNuncaMás.