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Las simples cosas

En enero del 2020 tomé un vuelo de retorno a México sin saber que sería el último en el que viajaría por más de un año y medio.

Regresé a la rutina no sin antes leer las primeras noticias de un virus que empezaba a generar “cierto ruido” y en una ciudad lejana de la que jamás había oído hablar. “Es en China” decían. Ese país milenario, avanzado en tecnología y tan distante que (honestamente) ni me inmute, pensé de manera optimista que la situación no sería tan grave y en abril de ese año como lo planeamos, recibiría la visita de mi madre. Claramente, no sucedió.

Volví a la oficina como si nada, esa donde pasaba una cantidad obscena de horas gerenciando a un equipo, desarrollando planes de inversión, haciendo proyecciones, implementando estrategias de comunicación, comiendo a medias durante el almuerzo, para luego de 12 horas regresar rendida a mi casa, dormir con bruxismo y al día siguiente vuelta a comenzar. Vida en loop, eso era.

El virus llegó a la ciudad en la que vivía dos meses después de aquel viaje en avión. De un día para otro tocó encerrón y el inicio de un momento de introspección complejo pero fascinante. Yo que pasaba más tiempo fuera que dentro, que no tenía espacio para pensar en otra cosa que no fuera producir dinero y que vivía una vida de correr agitado, obligadamente tuve que parar. Volví, después de mucho tiempo a cuestionarme si la vida que estaba transitando era la correcta o la equivocada.

Y en la quietud del confinamiento descubrí que habían cuadros en la casa que jamás había colgado, plantas a las que hacía meses no había mirado y recetas de pasteles que nunca fueron horneados. Noté de manera muy consciente que mi hogar estaba olvidado y reconocí el privilegio de poder estar, al fin, más tiempo ahí. Extrañaba tanto desayunar con calma, el olor del pan tostado en las mañanas, engancharme con una nueva serie, acariciar a mi perro tirados en el sofá mirando a nada o leer un libro en la cama. Las simples cosas, eso era lo que necesitaba. Logré dentro de las circunstancias y por muy sorprendente que se lea, volver a una vida “normal”.

Fue entonces que en plena crisis sanitaria empecé a reconocerme, reconstruirme y reinventarme. Y finalmente comprendí que nada es más valioso que disfrutar de lo sencillo, lo cotidiano, eso que tomamos por sentado y al final del día, cuando la noche cae es lo que más extrañamos.

¿La incertidumbre y crisis de lo que iba a vivir más adelante? De eso, luego hablamos.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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