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Las heces humanas como negocio y solución ambiental

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El ministerio del Ambiente de Nueva Zelandia está estudiando la manera de ponerle precio a las flatulencias de la población animal, en buen romance, los gases de digestión de vacas y ovejas. Este país insular del Pacífico tiene el doble de vacas que seres humanos y 5,2 veces en ovejas. Según su primera ministra Jacinda Ardern, se trataría de fijar de común acuerdo con los ganaderos un impuesto a las emisiones de gases producidos por la población de animales de cría sobre la cual gira, en gran parte, la economía neocelandesa. 

Globalizando el cálculo, hay unos 1.500 millones de ejemplares bovinos a escala planetaria los cuales emiten anualmente unas 100 millones de toneladas de gas metano producto de la fermentación entérica de los rumiantes. Según los científicos, esto equivale a 2.500 millones de toneladas de CO2, con su efecto invernadero resultante, una pequeña fracción (el 5%) si la comparamos con las 50.000 millones de toneladas de dicho gas descargadas en la atmósfera por EE.UU., Europa, Japón, Rusia, China, etc. 

Si las vacas contaminan la atmósfera con su flatulencia, ¿dónde queda la especie humana dentro de este enfoque escatológico? Una estimación aproximada indica que los 7.900 millones que poblamos el planeta producimos, anualizados, unos 300 millones de toneladas de materia fecal. La parte gaseosa de este subproducto de la digestión está compuesta de nitrógeno, hidrógeno, CO2, gas metano y oxigeno, además de sulfuro de hidrógeno y disulfuro de carbono.

Este no es un cálculo disparatado o inconducente. Todo lo contrario. Según el Instituto del Agua, el Medio Ambiente y la Salud de la Universidad de las Naciones Unidas (INWEH, por sus siglas en inglés), los gases fecales contienen potencial para generar biogas capaz de suministrar energía eléctrica a 130 millones de hogares, que se traduce en negocios por mas de 8.700 millones de euros. Y eso no es todo. La materia seca restante equivale, a valor de mercado, a unos dos millones de toneladas de carbón que, en la emergencia surgida de la guerra de Ucrania, son una cifra nada despreciable.

La diferencia es que mientras las vacas expulsan el metano a través de la respiración, los humanos lo hacemos… bueno, ya se sabe. Faltan algunos detalles que ajustar, pero si las flatulencias de la especie humana pueden ser negocio, porqué no también las de las vaquitas, que además nos dan de comer. Mientras tanto, bovinos y personas mandamos todo a la atmósfera superior. ¿Quién es más culpable, a la postre, del dichoso calentamiento global?

 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.