En la era digital, de las redes sociales y de los videos transmitidos casi en tiempo real, la labor del periodismo tuvo un impulso y una facilidad sin precedentes.
Ahora, la tarea de informar es más rápida por exigencia del propio público de lectores, oyentes y televidentes que, acostumbrados a la rapidez de los sitios web, esperan que las noticias lleguen de forma instantánea hasta ellos. El pedido puede ser justificado, pero la presión por la rapidez y la primicia no debe hacer perder de vista los valores fundamentales de la profesión periodística, que tiene una demanda creciente en los últimos tiempos. La rigurosidad es a veces salteada por la fuerza de un video viral o una queja ciudadana en donde existe solo una parte denunciante y otra que no tuvo oportunidad de dar su versión.
En muchas ocasiones, las redes han condenado de forma precipitada y han juzgado sin justificación a personas y situaciones, pero ese es un camino no recomendado para el periodismo. Es una tendencia pero también es un desafío para redoblar esfuerzos en los medios de comunicación.
La contrastación, verificación, consulta a ambas partes y por sobre todo la confirmación de una información son acciones fundamentales que marcan la diferencia y adquieren un valor enorme para generar confianza en la opinión pública. Son costumbres que no cambiaron, sino se reforzaron con la alta demanda de información, datos y voces representativas.
La pandemia formó a un público más exigente, las investigaciones judiciales lograron condenas históricas, los datos que recibe el periodismo de la ciudadanía hacen un aporte importantísimo. No perdamos de vista que un trabajo periodístico bien hecho hace que ganemos todos en el duro trabajo de evitar la manipulación y la aparición de intereses escondidos dentro de la rapidez con que se transmiten las noticias.