viernes, octubre 31

La soledad del poder / Félix Giménez

El poder, ese deseado puesto desde el cual se toman decisiones que pueden afectar a
millones, suele estar rodeado de luces, aplausos y privilegios. Sin embargo, bajo la
superficie de la autoridad, se esconde una realidad poco glamorosa: la soledad. Quien
ostenta poder, especialmente en ámbitos políticos o empresariales, se enfrenta a una
constante presión, escrutinio público y la dificultad de poder distinguir entre amigos
sinceros y oportunistas.

Esta soledad no es solamente física, sino emocional e intelectual. Todo líder debe
tomar decisiones impopulares, cargar con responsabilidades que pocos comprenden y
mantener una imagen de fortaleza incluso cuando todos dudan. La confianza se
vuelve un lujo, y la debilidad, en una amenaza a sobrepasar. Bajo ese contexto,
muchos líderes se aíslan, rodeándose de círculos cerrados de gente que capaz
refuerzan sus ideas, pero limitan sus perspectivas.

Además, pocos mencionan cómo el poder tiende a cambiar las relaciones humanas.
Las amistades se vuelven sospechosamente condicionadas, los consejos se
interpretan como manipulaciones, y el afecto real se llega a confundir con adulación.
Esta dinámica disminuye la humanidad del líder, lo desconecta de la realidad y puede
llevarlo a decisiones erráticas o autoritarias. La soledad, entonces, no solo afecta al
individuo, sino también a la calidad de su mandato.

Es por todo esto que es fundamental que entendamos a fondo a los tipos de lideres
que existen en el mundo. Aquellos que ejerzan algún tipo de poder, deben procurar
espacios de escucha, rodearse de voces críticas y mantener vínculos auténticos. La
soledad del poder no es inevitable, pero peligrosa si se ignora. Reconocerla es el
primer paso para mejorar la calidad del liderazgo y fortalecer la democracia.