jueves, noviembre 6

La prisión invisible del falso consenso / Felix Gimenez

No muchos se animan a admitir que vivimos atrapados en la creencia de que nuestras
opiniones son las mismas que la mayoría. Este fenómeno, conocido como el efecto del
falso consenso, nos lleva a sobrestimar cuántas personas piensan, sienten y actúan
igual que nosotros. No es solo un error de cálculo; es una distorsión profunda de la
realidad que vuelve nuestra perspectiva en una prisión invisible.

El efecto del falso consenso fue estudiado por el psicólogo social Lee Ross y sus
colegas David Green y Pamela House. Se pidió a los participantes que tomaran una
decisión en una situación hipotética (por ejemplo, si auxiliasen a alguien en una
situación embarazosa) y luego estimaran cuántas otras personas harían lo mismo. Los
resultados mostraron que los participantes tendían a pensar que la mayoría elegiría
como ellos, lo que evidenció el sesgo de falso consenso.

Hoy día, este sesgo cognitivo se alimenta del narcisismo cotidiano. Creemos estar
rodeados de personas que nos validan, ya sea en redes sociales, círculos ideológicos
o entornos familiares. Construimos un mundo donde el desacuerdo no es más que una
anomalía. Creemos que el mundo es un coro que nos apoya, cuando en realidad es un
mar de indiferencia. Esta sobrestimación de nuestras ideas nos vuelve intolerantes,
menos curiosos y más propensos a ser prejuiciosos.

No soy psicólogo, pero me doy cuenta de que el problema no es solo psicológico, sino
social. El falso consenso alimenta la polarización, obstaculiza el diálogo y convierte la
diferencia en amenaza. Al asumir que nuestras creencias son totales, perdemos la
capacidad de escuchar, de aprender y de convivir en sociedad. Nuestra mente, en su
afán de simplificar, nos encierra en una narrativa donde lo distinto es peligroso.

Romper los barrotes de esta prisión requiere de humildad intelectual. Reconocer que
nuestra visión del mundo es solo una entre muchas. La verdadera madurez no está en
tener razón, sino en aceptar que otros pueden ver el mundo de una manera que jamás
se nos cruzaría por la cabeza. Solo así podremos salir de la burbuja y respirar el
fresco aire de la pluralidad.