¿Serán capaces los políticos de fijar áreas de no beligerancia?
Los paraguayos elegimos cada cinco años un nuevo turno de inquilinos en el Palacio de López y en el Congreso. Como llevamos ya 32 años haciéndolo en libertad y con autodeterminación, nos hemos acostumbrado a tolerarle a la clase política cierto grado de pérdida de tiempo en jueguitos de poder. Debemos contemplar, aunque cada vez con menos paciencia, el desfile por la escena nacional de los cacicazgos y caudillismos que se cuotean el poder público por áreas, como porciones de una torta que cada vez es mas chica porque hay cada día más comensales hambrientos. Nos hemos habituado a esta repulsión como quien convive con un hábito asqueroso, a sabiendas de que estas inconductas deben resolverse dentro del marco institucional, porque lo contrario llevaría al quiebre de la República y su reemplazo por algo que todos detestamos y que no hace falta nombrar para no conjurar viejos demonios.
Por eso es de la más absoluta urgencia que los políticos se respondan esta pregunta: ¿Qué tan dispuestos están a establecer de común acuerdo un área de no beligerancia dentro de la cual resolver los problemas centrales que siguen anclándonos en el pasado?
Tenemos que sentarnos, como gente civilizada, a examinar el sistema de salud y acordar líneas centrales para reformarlo, potenciarlo y hacerlo más eficiente para enfrentar los presentes y futuros desafíos. La pandemia nos dejó desnudos frente a nuestras inconsistencias y no hay tiempo que perder para encarar un nuevo curso de acción. Sin vedetismos, sin pases de factura, con auténtica vocación de servicio al país.
Hemos perdido dos años académicos en una educación que ya era obsoleta mucho antes de la pandemia. El COVID19 hizo saltar por el aire lo que quedaba del sistema y es hora de sentarnos, no a juntar los pedazos, sino a pensar en uno nuevo y ajustado a los desafíos emergentes de la crisis sanitaria. En esto, tampoco hay tiempo que perder en peleas de estudiantinas o stand ups frente a las cámaras. Se requiere con urgencia renunciar a lo superfluo para encarar lo trascendente.
Sería suicida creer que cuando pase la pandemia todo vuelva a ser como antes. Cuando eso ocurra, enfrentaremos un mundo totalmente cambiado, que muchos tal vez ni reconozcamos.
Y así como vamos, ciegos y sordos en nuestras riñas de gallos y en nuestra necedad, no lograremos encararlo con alguna posibilidad de éxito.