La tecnología, los avances de la inteligencia artificial, la acumulación de silos de datos y los millones de datos sobre las personas que acumulan las redes de información, han amenazado con la obsolescencia de miles de empleos, modelos educativos y la manera que tenemos para interactuar entre nosotros.
Existe una transición acelerada a lo digital en muchos aspectos muy notable. En muchos lugares la idea de visitar un banco ya es cosa del pasado, ir a una tienda para adquirir un electrodoméstico e incluso, las personas ni siquiera se acercan a las concesionarias para adquirir un vehículo.
Las ventanillas o bocas de pago también tienen sus días contados, al menos en los países con mayor índice de integración tecnológica.
Lo que no deja de llamar la atención es como lo procesos que requieren una mentoría constante todavía tienen una brecha pronunciada con respecto al mundo analógico. Unos ejemplos que me parecen interesantes son las aplicaciones de nutrición y/o deportes. Si bien estas tecnologías tienen la capacidad de hacer una suerte de diagnóstico parcial y desde ahí recomendar un programa de alimentación y entrenamientos, todavía ésa mentoría, conversación, explicación detalla y análisis de la evolución que observa un profesional presencial es más completa que estos aplicativos y planes totalmente virtuales, sin desmerecer que todavía tienen mucho que avanzar y que probablemente llegue el día en el que sean casi igual de eficientes que el de las personas que nos acompañan en dichos procesos.
Lo mismo ocurre con la educación. Es real que en segundos y de manera gratuita podemos acceder a cursos de las universidades más prestigiosas del mundo de manera gratuita y en nuestro propio idioma, pero ¿es lo mismo hacer un curso de Harvard desde la pantalla, que vivir la experiencia de Harvard en vivo y en directo? Estos procesos no tienen que ver con el contenido solamente, sino con la experiencia de manera integral, el compartir con los demás, con los docentes, cambiar de aulas, debatir, porque finalmente la mente no es una caja donde debemos guardar conocimientos, sino conectar experiencias con aquello que aprendemos y aprehendemos.
Estamos viviendo en un mundo donde miles de acciones y objetos todos los días se vuelven obsoletos y otros miles entran a jugar el partido, pero el énfasis de lo que llamamos la Cuarta Revolución Industrial no tiene que ver, como las revoluciones anteriores, con los procesos de construcción mecanizada o el mejoramiento de los procesos en la cadena de integración y valor, sino con el talento humano capaz de desarrollar y sostener este mundo integrado que buscamos construir.