Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo
Una de las principales críticas al socialismo es que se pretende la igualdad cuando somos diferentes. Se nos dice que el socialismo pretende eliminar la libertad y la iniciativa individual. Y entonces las propagandas de celulares, ropas, automóviles, bebidas, comidas, colocan su centro en la diferencia, en la singularidad de cada ser humano, en el mundo que habita en cada mujer, en cada hombre.
Ahora, si nos fijamos en las vestimentas, la comida, los vehículos, los celulares, los peinados y hasta los chistes, veremos que este mundo capitalista defiende lo diferente, lo singular solo de manera aparente
Hace años que en todo el mundo nos construyen ideológicamente igualando nuestros gustos, atacando las singularidades idiosincráticas y culturales, limitando toda esa riqueza que tienen las múltiples bellezas de los pueblos.
Y en ese sofocante (y a la vez seductor, claro, desde la lógica dominante) concierto de destrucción de la diversidad cultural, se instalan viejas novedades que repudian la diferencia. Así, negros, indígenas, campesinos, gays, lesbianas y trans, personas con discapacidad, son atacados verbal y físicamente. Con un elemento que refuerza el ataque: la pobreza. O sea, si sos millonario tenés más posibilidades de ser respetado. Si tenés algunas de estas u otras diferencias, y sos pobre, te tratan como objeto desechable.
Es que la lógica del capital valora nuestra condición humana a partir de la tenencia mercantil. Para el capital, desnudos no tenemos valor. Nuestro valor como persona empieza a subir en la medida en que tenemos determinado tipo de ropa, comida, casa, vehículo. Cuanto más caro salgan las mercancías que tenemos, nuestro valor como humanos crece.
Esta lógica de mercantilizar al ser humano y humanizar a la mercancía forma parte de lo que Marx dio en llamar fetichismo de la mercancía.
Los asesinatos de indígenas y la intención de eliminar a los limpiavidrios y cuidacoches, se inscribe en esta lógica, por más “racionalidad” que se quiera colocar, sobre todo para explicar el problema de estos últimos en Asunción.
Así, mientras la insoportable diferencia nos interpela, recuerdo a Silvio Rodríguez valorando a la humanidad y al derecho a rebelarse contra la opresión, cuando en una de sus canciones termina diciendo “…la última vez lo vi irse/entre humo y metralla/contento y desnudo/iba matando canallas/con su cañón de futuro”.