Todos somos conscientes de que la guerra, en su estado más crudo, es una espiral de
destrucción que no distingue entre soldados y civiles. En donde ocurre, solo deja un
rastro de destrucción y dolor imposibles de medir. Niños, mujeres, ancianos e
infraestructura, todos son engullidos por la crueldad. Su impacto cruza fronteras,
generaciones y humanidad, dejando cicatrices profundas.
No hay piedad en los campos de batalla, donde el horror cobra vida mediante la
muerte de los soldados y el tronar de sus armas. Las ciudades son reducidas a
escombros, escuelas, hospitales y hogares son atacadas sin miramientos cuando el
ataque aéreo es ordenado. Todo lo bello que se tardó en hacerse, la arquitectura y la
naturaleza, ido en segundos tras los estallidos. El resultado: familias separadas y
sueños rotos.
La historia demuestra que los civiles son quienes siempre pagan el precio más alto,
aunque ni sepan cómo disparar un rifle. Madres que entierran a sus hijos, niños que
pasan hambre. La paz tarda en regresar, o no regresa nunca. No solo se matan
cuerpos, sino que destruye la confianza, la alegría y la fe en un mejor mañana.
Carl von Clausewitz, el famoso militar prusiano, dejó una frase fundamental en su libro
titulado “De la guerra” (Von Kriege) que quizá nos ayude mejor a comprenderla: “La
guerra es la continuación de la política por otros medios”. Lo que significa que la
guerra no es un fin en sí misma, sino un instrumento del estado para imponer su
voluntad cuando el poder de la diplomacia falla. Frío en sus análisis, Clausewitz nunca
la glorificó; de hecho, advertía sobre sus riesgos y su costo para toda nación y cultura.
La paz no es una utopía. Es una necesidad urgente. La guerra nos muestra el fracaso
de nuestra civilización. La verdad es simple y demoledora: la guerra no tiene piedad de
nada ni de nadie. Porque al final, nadie sale ileso cuando el mundo decide odiar.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion e intereses particulares