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La Escafandra

El primer traje que posibilitó al ser humano explorar las profundidades es uno de los inventos más revolucionarios del S XVIII (con sus primeros boce­tos ya en los cuadernos de Da Vinci en el S XVI), que abrió las puertas a un nuevo mundo de conquistas, curiosidad y descubrimientos. La escafandra era un traje herméticamente cerrado donde su parte principal era un casco de cobre con un pequeño visor circular y, en la parte de arriba del mismo, un conducto pasaba aire de la superficie al aventurero. Este invento ayudó ha rescatar tesoros, naufragios, vidas y explorar la vida marina. Como todo lo que está bien hecho y creado al servicio de la humanidad, alguien encontró la manera de darle un uso dañino. Así fue que ciertos grupos de poder crearon las escafandras terrestres.

¿Qué es una escafandra terrestre? Es una aislamiento parcial de la realidad, donde el usuario solamente puede ver por un pequeño visor lo que le quieren mostrar, donde la resonancia del casco no le permite escuchar lo que pasa a su alrededor o ver lo qué pasa en el plano completo. Ha sido muy efectiva en los gobiernos autoritarios, donde los círculos de poder pasaban el mínimo de aire suficiente para mantener la actividad cerebral, junto con la información que deseaban instalar en la ciudadanía: “Paz y Progreso” “Seguridad” “Esta­bilidad” “Bienestar” “Dormir con la puerta abierta”. Joseph Goebbels, jefe de propaganda nazi, decía “Miente, miente, miente, que algo quedará”.

Uno no deja de encontrarse, leer o escuchar en medios a estos melancólicos del supuesto bienestar que vivieron cuando les llegaba poco oxígeno a la es­cafandra con la información que debían procesar y con la visión reducida, empañada. La siguen portando hoy, entre nosotros y tantos años de llevar esa pesada carga les ha cansado los hombros, les ha amputado la capacidad crítica o bien, de generar un criterio propio sin invocar a los dinosaurios.

Hoy en día, las personas que se indignan por los festivales bacanales que se realizan con el Erario Público, sin importar su formación, estrato social o profesión, son catalogadas con términos peyorativos y desacreditadas de ma­neras irrisorias. Resuena el “miente, miente, miente” del Goebbels y se suma el “desacredita, desacredita, desacredita” implementado por el régimen que nos sometió 34 años que, tres décadas después, sigue siendo muy efectivo.

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Expertos en Historias urbanas.

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