La importancia de respetar la Constitución trasciende lo puramente jurídico, pero en nuestro país es necesario reafirmarlo. Su cumplimiento es esencial para preservar la cohesión social, fortalecer la identidad cultural, mantener la estabilidad política y asegurar el respeto de los derechos fundamentales. Ignorarla y muchas veces violarla, por el contrario, conlleva consecuencias negativas que afectan a todos los aspectos de nuestra sociedad, comprometiendo su presente y su futuro.
En el ámbito social, la Constitución actúa como un contrato social que define los principios y valores que deben regir la convivencia. La falta de respeto, por otro lado, genera incertidumbre y desconfianza, fragmentando la sociedad y generando tensiones que pueden desembocar en conflictos, que ya tenemos muchos ejemplos. Desde una perspectiva jurídica, la Constitución establece el marco normativo que regula la convivencia, garantizando derechos y estableciendo los límites del poder estatal. Ignorarla conlleva a consecuencias jurídicas que socavan el Estado de Derecho. No nos cansamos de seguir escribiendo ejemplos.
En el ámbito social, la falta de respeto a la Constitución alimenta la polarización y el conflicto. La ausencia de un marco normativo común da lugar a interpretaciones subjetivas y confrontaciones, debilitando el tejido social. La seguridad y la estabilidad se ven comprometidas, afectando directamente la calidad de vida de los ciudadanos. Pero seguimos queriendo desobedecer el pacto social.
Por ultimo, culturalmente, el desprecio a la Constitución socava la base misma de la identidad nacional. La riqueza cultural y la diversidad que la Constitución busca proteger se ven amenazadas cuando sus principios son ignorados. No sigamos jugando con la brújula.