Doctor en Historia de la Universidad Católica “Andrés Bello” @Nahem_Vzla
En los inicios de la Guerra Fría, un 1 de octubre de 1949, la República de China gobernada por el nacionalista Chiang Kai-shek cayó ante los comunistas liderados por Mao Tse Tung, quien instauró las bases de la China que hoy conocemos bajo la etiqueta de la “revolución cultural”, revolución que no fue otra cosa que implantar el régimen comunista, anti-democrático, anti-derecho humanos y anti-estadounidense. Harry Truman sucesor del legendario Franklin Delano Roosevelt, poco pudo hacer para impedirlo.
A partir de allí la historia de China pareciera que ha ocurrido casi aislada del resto del mundo, cerrada al mundo exterior y por ende impenetrable a los grandes movimientos nor-atlánticos de Europa y Estados Unidos. Ese aislamiento le ha permitido implantar un régimen brutal de opresión, absolutamente totalitario y sin la mínima existencia de libertades weberianas que tanto caracterizan al mundo occidental e infelizmente mantenido por el terror y la muerte.
Esta China, por el mismo desgaste lógico al que conduce el comunismo, fuera Mao de la política fue sucedido por Deng Xiaoping, quien abrió comercialmente China al mundo capitalista, pero hábilmente mantuvo el primitivo régimen totalitario comunista a lo interno del gran oso.
La gran problemática que se plantea hoy es que China constituye sin duda un gran factor de amenaza a escala global, más allá de la innegable brutalidad, horror y opresión en cuanto a libertades políticas y sociales padecen millones de chinos, de su sabida capacidad de fuego y el Ejército más número del mundo, de su expansión geopolítica en África, el mundo árabe con Bashar Al-assad en Siria, en El Caribe con Maduro en Venezuela. También es una enorme amenaza comercial con su tradicional práctica de copia de patentes para producir cualquier cosa, situación donde apenas el año pasado el Presidente Donald Trump los enfrentó por primera vez, resultando exitosa en esa lucha.
Ahora bien, el foco de la mayor amenaza del gran oso rojo al mundo, es invisible e incluso más letal o perjudicial que las anteriores, pues, estriba en el plano de la salud. Los chinos, con su cultura de comer murciélagos, culebras, perros y cualquier animal que se mueva sobre la faz de la tierra, los hace más vulnerables a contraer enfermedades, enfermedades que luego se tornan en peligrosas pandemias como ya lo fue en el pasado la gripe aviar y ahora con el corona virus, reciente epidemia que ya llegó a Irán, Italia y Estados Unidos. Es tiempo que valoremos con seriedad la gran amenaza que representa China para la vida del mundo de hoy.
