El Mercosur, a sus 30 años, pasa por una situación de conflicto permanente. No ha podido lograr lo que ha sido su verdadero objetivo: un país integrado con el otro, haciendo posible que palabras como contrabando ya no sean utilizadas como referencia de nada en particular.
En el Paraguay, el hombre más rico e importante en materia política es alguien que coloca sus productos de contrabando en el vecino del Mercosur, y así tenemos otros casos en los que los paraguayos no pueden comprar medicamentos en Clorinda, que son mucho más baratos y disponible para nosotros porque sencillamente el Mercosur es un sofisma, es una mentira.
Se enojó muy mal el presidente argentino, Alberto Fernández, cuando dijo a su colega Lacalle Pou que si eso es un lastre, pues que se vaya del barco respondiendo de esa manera a algo que realmente no funciona como debiera.
No es simplemente que no ha mostrado diligencia, sino que ha aumentado el nivel de burocracia y de tremendas restricciones. Ya no tendríamos que estar hablando ni de contrabando ni de compras de productos en fronteras. Si uno va a cualquier país europeo miembro de la Unión, uno se da cuenta de que todas esas palabras y todos esos problemas forman parte del pasado.
Hoy nos preocuparía a nosotros tan igual la situación de la pandemia en Brasil y Argentina y viceversa. Y deberíamos actuar como conjunto. Ni eso podemos hacer del Mercosur, y si eso no se puede hacer, que se podrá hacer cosas más grandes, más ambiciosas, como la que pretende el tratado firmado el 26 de marzo de 1991 en Asunción.
El Mercosur es un sofisma, una mentira, una carga burocrática innecesaria y una forma de estar distrayendo a los temas centrales de la construcción de lo colectivo en algo burocrático que no sirve para nada.