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La Argentina que nunca fue

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Benjamín Fernández Bogado

Desde Buenos Aires

Enviado Especial

Los comicios de mañana que se llevará a cabo en Argentina, definen todo un carácter de un país que a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se consideraba el país más rico del mundo. Un siglo después tiene que definir su destino entre un energúmeno que representa la bronca contra la rosca política, el responsable de una inflación que supera los 160% y una mujer que viene de rica, guerrillera y ministra de seguridad del gobierno de Mauricio Macri. Esas son las tres opciones. Los demás, solo llenan el casillero y es poco probable que ninguno alcance a evitar la segunda vuelta de estas elecciones presidenciales, que supone cuando un candidato no alcanza una mayoría suficiente frente a su inmediato perseguidor.

No en balde en la ciudad de Buenos Aires existe más siquiatras por metro cuadrado que en cualquier otra del mundo. El psicoanálisis todavía goza de buena salud y una gran parte de su población que pueda apagar su mente en terapias para que le permitan sobrevivir a una realidad desbordada de cinismo, injusticias y corrupción. Hay un país acostumbrado a estos vaivenes que algunos ubican en el golpe de Estado que derrocó a Yrigoyen en los años 30 del siglo pasado, cuando Discépolo se dio cuenta en el tango “Cambalache” que la decadencia merecía una canción. “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador. Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor”.  El dicho que tiene casi 100 años, es un retrato actual de la Argentina que va a comicios mañana.

La gente en su mayoría no cree que los políticos hagan algo para cambiar el destino de más de 40 millones de seres humanos, que miran con nostalgia el tiempo en que eran ricos y felices. Javier Milei les promete volver a esos tiempos como motosierra incluida, demoler el banco central, dolarizar la economía, acabar con los ministerios de salud y educación. Carga en contra el grito libertario de una Argentina distinta que nadie cree que sea posible cuando no tiene ni fuerza en el Congreso y menos gobernadores afines. Lo que parece seguro es que el país se montará con él a un tigre desbocado que pocos le auguran mucho tiempo en el cargo. Lo que se asegura es la continuidad de la crisis en un país que se acostumbró a vivir en horcajadas sobre ella. Sergio Massa es la continuidad del peronismo conocido. Dos veces intendente de Tigre y una dilatada vida política en el partido del general, que sostiene su electorado a fuerza de subsidios y amenazas de que si pierden se acaban todos, incluido el de transporte. Massa es el responsable con un desaparecido presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner, de la peor performance de su economía en muchos años.

El país está regalado por las decenas de cambios al dólar que viven felices en las cuevas intervenidas. Son responsables grandemente que el 40% del país sea pobre y el 10% indigente, pero puede llegar a la segunda vuelta. Patricia Bullrich es la continuidad de algo que empezó con Mauricio Macri y que acabó en un periodo. De hecho, el ex mandatario y amigo de Horacio Cartes ha pedido los votos para su ex ministra afirmando que es la única que representa un cambio ante las dos opciones polarizantes. Todas las encuestas la colocan en el tercer lugar, pero como las distancias entre los tres es tan estrecha, nadie asegura dos pasarán a segunda vuelta, a pesar de un desbocado Milei que en su cierre de campaña vociferó: “en primera vuelta carajo”.

Buenos Aires es la ciudad más poblada de paraguayos. Algunos calculan cerca de dos millones en el cono urbano. Hay puestos de chipas en varias calles céntricas de una capital que vive atemorizada por la delincuencia y la criminalidad, percibidas como consecuencia de una economía que vive en crisis.

El país de los recuerdos, del que pudo ser y no fue, y del que la historia recuerda como referencia del más rico del mundo, es hoy solo un recuerdo. Las elecciones de mañana recrean solo sueños, aspiraciones y pesadillas. Solo eso y para muchos es demasiado.  En un recodo del Riachuelo se escucha cantar a coro: “No hay aplazaos, ¿qué va a haber?, Ni escalafón. Los inmorales nos han iguala’o. Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición. Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos. Caradura o polizón”.-

Benjamín Fernández Bogado
Benjamín Fernández Bogadohttps://benjaminfernandezbogado.wordpress.com/
Doctor en derecho, periodista y profesor universitario. Ha realizado estudios de post grado en las Universidades de Navarra (España), Oxford (UK) Minnesota, Syracuse y Harvard de los EEUU. De esta última ha sido Visiting Scholar en el 2008.