“Mi mamá se casó obligada cuando tenía 17 años. Mi abuela la obligó a casarse con alguien que tenía mucha plata, pero mi mamá solo aguantó dos o tres meses y luego escapó”, de esta manera empieza un testimonio recogido en el estudio “Invisibles a plena luz”, que habla de las uniones tempranas y forzadas en Paraguay.
Desprotegidas, olvidadas y puestas a su suerte, a esta realidad se someten muchas niñas en nuestro país, quienes sin contar con algún tipo de alternativa, son colocadas en uniones forzadas, por no vislumbrar algún futuro económico seguro para ellas.
Según registros cuantitativos del 2018, 8 de cada 10 adolescentes, entre los 15 y 19 años, se casan con hombres mayores y, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, 16.589 personas de 13 a 17 años reportaron estar en unión, siendo el 82 % del sexo femenino.
De este modo, desde una corta edad, muchas mujeres son destinadas a la completa intemperie, en la que las carencias económicas y sociales representan los principales factores que relegan a las mismas a una unión temprana y, consecuentemente a la pobreza y al abandono escolar.
UNA REALIDAD SEGREGADA
Si bien las cifras acerca de la situación que aqueja a las niñas y adolescentes son datos que siempre se manejaron, este informe llevado a cabo es el primer estudio cualitativo realizado para verificar la situación de las pequeñas, brindándoles voz y caracterizando las uniones tempranas.
“Estas uniones constituyen una forma de violencia porque se pone en riesgo la vida y la salud de las niñas y adolescentes, limitando también el futuro de las mismas”, puntualizó Rocío Galiano, representante Nacional del Fondo de Población de las Naciones Unidas del Paraguay (UNFPA).
Galiano indicó que dentro del estudio se determinó que los principales factores influyentes en las uniones tempranas son la situación de pobreza y ruralidad, la baja escolaridad, así como el hecho de pertenecer a una etnia indígena.
“La constitución familiar también influye de manera significativa, ya que en muchos casos puede hablarse de una repetición por generaciones; es decir, las madres y abuelas realizaron estas prácticas y esta costumbre se va transmitiendo, quedando normalizada por todos”, afirmó la especialista.
La representante explicó que en la mayoría de los casos las uniones tempranas son llevadas a cabo porque los propios padres desean un mejor futuro económico. Sin embargo, las niñas son expuestas a un completo abandono y a convertirse en víctimas de una violencia repetitiva.
Las niñas, esperanzadas por conseguir un avance económico y la continuación de sus estudios, sentirán cómo sus propios sueños se van destruyendo con el tiempo, pues nunca vislumbrarán el cambio anhelado.
INVERSIÓN EN EDUCACIÓN
“Hay índices que indican que si una niña llega al menos al octavo grado, tiene menos probabilidad de someterse a una unión temprana y posiblemente tenga mayores oportunidades en diferentes ámbitos», destacó Rafael Obregón, representante de Unicef.
El profesional hace especial hincapié en los factores que representan una herramienta para las niñas, siendo la educación una fortaleza primordial que posibilita una realidad diferente para ellas.
«La inversión en educación, en oportunidades laborales y en mejores condiciones para el desarrollo integral de las niñas es fundamental para prevenir las uniones tempranas», comentó Obregón.
Igualmente, el portavoz dijo que hablar, denunciar y visibilizar esta realidad también ayudaría mucho a que toda la ciudadanía en general esté al tanto de la problemática y que las propias niñas puedan reconocerla como una vulneración de derechos y no como una oportunidad de vida.
Hacerse eco de esta afección que va destruyendo la vida de las niñas, brindará la voz que éstas necesitan para encontrar algún instrumento que les permita dimensionar verdaderas alternativas para su futuro.
