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Invierno nuclear

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“Tocó, pues, el primer ángel la trompeta. Y formóse una tempestad… de fuego mezclado con sangre, y descargó sobre la tierra, con lo que la tercera parte de la tierra se abrasó, y con ella se quemó la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde… y quedó herida de tinieblas la tercera parte del sol y la tercera parte de la luna… y así quedó privado el día de la tercera parte de su luz…”. Así habla, en su capítulo octavo, el Apocalipsis de San Juan. Suena algo familiar aunque haya sido dicho un par de miles de años atrás. El martes pasado nos informaba la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que el humo de los incendios de Australia estaba sobrepasando el espinazo pétreo de América del Sur –los Andes- y apuntaba a dar la vuelta al mundo. Son densas formaciones nubosas que navegan a unos 10.000 metros de altura y que de continuar los siniestros en el país continente, llegarían a cubrir gran parte de la atmósfera. ¿Sin precedentes? Claro que los hubo.

En 1815 hizo explosión el volcán Tambora, en Indonesia. El trueno fue escuchado a 2.500 kilómetros de distancia, lanzando al aire 151 kilómetros cúbicos de polvo y cenizas que dieron la vuelta al mundo, se estacionaron en la alta atmósfera y provocaron un descenso de 2,8 grados promedio la temperatura. Fue durante 1816, el “año sin verano” en Europa y América del Norte.

Durante la guerra fría se fantaseó mucho con lo del “invierno nuclear”. La teoría anticipaba que la explosión de múltiples artefactos nucleares levantaría inmensos hongos de fuego y polvo que cubrirían el sol a escala planetaria e impedirían la fotosíntesis clorofiliana, inicio de toda la vida en la tierra. Se escribieron decenas de libros algunos de los cuales sirvieron de inspiración al cine catástrofe actual, en especial el dedicado a imaginar un mundo post apocalíptico poblado de restos de una humanidad condenada a la extinción.

Las últimas fotos de la NASA mostrando una Australia flamígera, sumergida en verdaderos tsumanis de fuego, parecen empujarnos en esa dirección y creer que el invierno nuclear está siempre cerca y dependiendo sólo del mayor o menor grado de locura o ceguera en los que cae el hombre con demasiada frecuencia. Los apóstoles lo imaginaron hace 20 siglos, con lujo de detalles.

Para pensar.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.