Honor Colorado tuvo un giro ideológico repentino que radicalizó al movimiento y lo empieza a aislar del resto del arco político, incluidos otros sectores del coloradismo, más abiertos al debate y a consensos con movimientos sociales y el resto de partidos en el país.
Este nuevo discurso cartista que huele a «inquisición» y reemplaza la discusión de las verdaderas preocupaciones del ciudadano de a pie por fantasmas inventados a propósito para ocultar el fracaso de la gestión de la ANR al frente del país hace décadas, puede engañar a algunos, pero no a todos.
Es una estrategia política arriesgada querer convertirse en el bolsonarismo o el VOX paraguayo justo cuando esa oleada de extrema derecha parece estar de salida en el mundo y quedó debilitada tras la derrota de Trump.
Otro error estratégico es asumir que el paraguayo es excesivamente conservador. No lo es. Es extremadamente hipócrita y tiende a moverse en las sombras de la doble vida, eso sí.
A la hora de votar lo que puede venirle a la mente es la pollada que hizo para pagarle el tratamiento a algún familiar, cómo la escuela pública donde estudia el hijo se cae a pedazos o por qué trabaja 12 horas al día y apenas le alcanza para la comida, la luz y el agua. No me queda claro que entre sus preocupaciones centrales esté la «amenaza» de la supuesta «ideología de género».
Cartes no tiene aspiraciones políticas propias pero se le va la vida en que el partido colorado gane las elecciones o su situación legal y personal se puede ver muy comprometida. Una victoria de la oposición haría que muy pronto pidan el juicio político de la cuestionada Sandra Quiñónez, su mascota guardiana en la Fiscalía. Esa es la mayor de sus pesadillas.
Para intentar evitarlo, apuesta al todo o nada por la estrategia «Dios, Patria y Familia», que tiene un núcleo duro, pero no suficiente para ganar a nivel país.
Quieras o no, durante la campaña, habrá que hablar de los temas del día a día de la gente y ese es hoy un terreno resbaladizo para cualquier candidato colorado.