Permítanme hacerles la siguiente pregunta: ¿alguna vez han deseado que, por un solo
momento, todo se detenga? Un instante en el que, sin importar lo que pasara
alrededor, sintieron que estaban donde exactamente debían de estar. Quizá se haya
tratado de un momento de paz como alguna caminata compartida, o la sensación de
haber hecho algo verdaderamente significativo. Son breves lapsos en los que uno
quisiera que todo dure para siempre, aunque no se pueda, lapsos en los que uno se
siente inmortal.
Tampoco es que refiera exclusivamente a la inmortalidad física, esa de la que tanto
ciencia y mitología han hablado durante siglos. Más bien, me refiero a una
inmortalidad emocional, a la sensación de trascender el tiempo, de alcanzar algo
eterno dentro de nosotros mismos. Ese tipo de inmortalidad no es del cuerpo, sino del
alma; reside en las huellas que dejamos con nuestras obras e ideas.
Las obras de arte, los descubrimientos científicos y actos heroicos perduran más que
cualquier vida biológica. ¿Acaso no son inmortales figuras como Picasso o Galileo? La
gloria de la humanidad está en su finitud. Sabemos muy bien que nuestro tiempo es
limitado, por esa razón creamos arte, literatura y música, intentos desesperados, pero
hermosos de dejar huellas. La inmortalidad no es un destino, es una elección, si es
que buscamos vivir con propósito, pasión e intención.
No tengo idea de cómo será el mundo en el siguiente siglo. Tal vez para entonces solo
seamos datos, bits dispersos en la red, un puñado de códigos perdidos en el ruido de
la información. O quizá, contra todo pronóstico, algo de ese fuego interior, esa chispa
que hoy nos hace sentir eternos, logre sobrevivir mediante nuestras obras, de formas
que ni siquiera podemos imaginar. Quizás la verdadera eternidad reside en ser
recordados, no en no morir. Como dijo Borges: “La muerte es una vida vivida, la vida
es una muerte que viene”.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion e intereses particulares