Año duro, el que se acaba, pero no suficiente, para agotar la paciencia de nadie. La humanidad atravesó a lo largo de la historia, situaciones peores. Hablando de pandemia, la gripe española del 2018, las dos guerras mundiales y podría seguir enumerando catástrofes cercanas, pero el mundo siguió su rumbo, con tiempos malos, mejores y otros “desarrollos tecnológicos”, que aún faltan validar en toda su dimensión, para saber si al final de cuenta, el resultado suma o resta.
Pero volvamos a Paraguay 2020 y no repitamos lo del sufrido año, que ya ha sido dicho hasta el cansancio. Imaginemos por un momento que estamos en enero y con todo el año y sus posibilidades por delante. Con los mejores datos macroeconómicos de la región, la menor inflación y una tierra de promisión, para los que quieran venir a invertir en este suelo que lo tiene todo, el país más joven, la mejor gente, pero veamos cómo llegamos hasta hoy.
Aún resuena en algunas conciencias ciudadanas, las palabras del 9 de febrero del 2014 del expresidente, devenido en empresario farmacéutico y cementero, ante sus pares brasileños: “Usar y abusar del Paraguay. Como si esta tímida frase, no fuera suficiente para convencerlos, luego frente a los Uruguayos, remató con otras de sus perlas: Paraguay es como esa mujer bonita, que cada mañana se pone su mejor vestido y se pone maquillaje. Paraguay es fácil. Paraguay es como esa mujer bonita…”. Alguien con todo derecho, podrá decir que esto es cuestión del pasado. Presente en estado puro: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa».
Han transcurrido 31 años desde la recuperación del Estado de Derecho y 66 desde el comienzo de una autocracia militar, con una continuidad partidaria que, entre reconocimientos y negaciones, exilios y genuflexiones, lleva ya 66 años, con una sola interrupción de 4 años de un gobierno de signo diferente. ¿Porque no estamos mejor? ¿Acaso la sociedad no aportó décadas de mansa paciencia? ¿No ha sido suficiente contar con una ciudadanía, que resignó más de una vez sus legítimos derechos, en aras de un desarrollo que solo benefició a unos pocos?
Ayer nos despertamos, escuchando que tenemos unos de los mejores sistemas de salud del mundo. No hay estadísticas sobre los estratos sociales a los que pertenecen los más de 2000 fallecidos, pero no cabe duda que el estudio más elemental, daría como resultado que los que están pagando el precio más alto, son los sectores que tienen el sistema inmunológico más débil, los que tiene la gordura de la pobreza.
Datos económicos, nos dicen que la construcción ha sido uno de los sectores más dinámicos. Paso frente a un edificio a punto de terminar y sus trabajadores, han levantado en la berma central de la avenida, su árbol de navidad. Sencillo, humilde, de sus ramas cuelgan cascos de obra, de todos los colores, que por las noches iluminan un señorial futuro de cuatro ambientes, realizado por albañiles que solo piensan en la semana próxima, desde su Árbol de Necesidad. Así son casi todos los edificios, que se construyeron a lo largo del año. Una clara expresión de una pequeña demanda de altos ingresos a nivel nacional o del exterior, tal como ofrecía exultante, el empresario de frontera.
Fin de cualquier año, época de análisis, balances personales y sociales. Hay gente con todo derecho, que pide no tirar mala onda. Más allá de la pandemia, lo que quedó al desnudo es el seguro de desempleo encubierto (Estado, el gran empleador), precario sistema de salud (las camas de terapia intensiva colapsadas) y los médicos exponiendo sus vidas por magros salarios. En educación, de 10 niños o niñas solo dos comprenden lo que leen y estos datos son del 2019. Cuanta, pero cuanta paciencia, han ofrecido en casi siete décadas, millones y millones de personas, a las cuales, les deseo lo mejor para el 2021, con equidad, justicia y dignidad.