En nuestras vidas, ese presentimiento que aparece sin alguna explicación lógica
aparente, se conoce como intuición. Se trata sin duda de una herramienta poderosa a
la hora de tomar decisiones. De tanto en tanto, actúa como si de un superpoder se
tratara, alertándonos sobre posibles peligros, también nos impulsa hacia
oportunidades que la razón sola no podría percibir. En este mundo sobrecargado de
análisis y datos, la intuición complementa muchas veces al pensamiento racional.
En el día a día, la intuición nos ayuda a procesar diferentes contextos sociales,
emocionales y culturales. Un ejemplo claro es al conocer a alguien, un mal
presentimiento, capaz pueda protegernos de movimientos y relaciones potencialmente
tóxicas. De la misma forma, un impulso intuitivo puede empujarnos a un nuevo camino
que antes no nos sentíamos listos para transitar. Aunque no es infalible, la intuición es
como un radar que procesa señales sutiles del entorno.
Históricamente, la intuición ha sido como un sexto sentido para grandes artistas y
empresarios para crear sus obras maestras, sus productos revolucionarios. Como si
hubiesen tenido una brújula invisible para seguir el instinto. Ocurre que la intuición,
permite a los líderes anticipar o resolver problemas incluso antes de que aparezcan.
Este balance entre mente y corazón es lo que define a los que toman decisiones
ganadoras.
Desarrollar la intuición es un ejercicio de autoconocimiento y valor. Conocernos a
nosotros mismos requiere reflexión y confianza. En esta sociedad que prioriza la
lógica, confiar en la intuición es un acto de valentía. No se trata de dejar de lado el
razonamiento, sino de integrarlo con esa voz interior que nos conecta a todas nuestras
experiencias vividas. Utilizar la intuición puede permitirnos enfrentar la incertidumbre
con mayor seguridad.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
