Le deseamos buena suerte al ministro de Obras Públicas en su nuevo rol de humorista, fase que ha inaugurado con la declaración de “emergencia vial” en el Departamento Central. Cualquiera que viva en una ciudad o pueblo de esta parte del Paraguay sabe muy bien que después de cualquier lluvia importante tiene que ir a buscar su calle tres o cuatro manzanas más abajo en donde han quedado amontonadas las piedras, o la tierra, que se ha llevado el raudal.
La palabra raudal (caudal de agua que corre violentamente) está incorporada a la vida diaria de los asuncenos, lambareños, limpeños o sanlorenzanos desde los días fundacionales. El raudal es marca y estilo del subdesarrollo, la parte visible más bárbara de la incapacidad de gestión municipal. Allí se ve, en toda su majestad, a dónde ha ido a parar el dinero -poco o mucho- que han podido dejar los contribuyentes en las arcas de cada intendencia. Es decir, al bolsillo de los ladrones de turno en ejercicio del municipal gobierno.
Dentro del ordenamiento del Estado, la Constitución y las leyes correspondientes le asignan al municipio una serie de atribuciones y obligaciones que, primariamente descritas, serían juntar la basura, ordenar el tránsito, canalizar las aguas pluviales y hacer transitables sus calles todo el año, con o sin lluvia. En lo de ordenar el tránsito “los muchachos” lo entienden como la ocasión de entregar la provisión de semáforos a empresas de familiares o, al menos, de amigos con la obligación de compartir el botín. Así vemos instalados aparatos cuya utilidad real se ve cuando no funcionan: ninguna, porque el tránsito transcurre en ese cruce ágilmente.
Lo mismo pasa con los que juntan la basura, servicio que hay que pagar aparte a algún “empresario” pariente del intendente o de algún concejal del palo. Ni hablar de los desagües pluviales que hasta para Asunción, una capital nacional, son un lujo europeo. Y de las cloacas, bueno, es mejor dar vuelta esa página porque el tema produce un asco insoportable si se lo piensa un poco.
Central flota sobre un colchón de materia fecal depositada en centenares de miles de pozos ciegos. Bienvenido el ministro humorista. Ya que somos incapaces de hacer las cosas en serio, tomémoslo a la chacota.
En emergencia vial, Sr. Ministro, vivimos hace siglos, desde Domingo Martínez de Irala.