Tal como van las cosas y dada la nula observación de la ordenanza 117 de 1.999 de la Junta Municipal, no sería raro que próximamente sea el propio legislativo comunal el que modifique la norma y mande a pasear el asunto de la separación mínima entre estaciones de servicio y su distancia de ubicación respecto a hospitales, oficinas públicas, instituciones educativas, en suma, centros de gran afluencia de público. Aplicando la doctrina de los hechos consumados, son tantas las gasolineras surgidas como hongos por todo el país, con énfasis en el gran Asunción, que al poder administrativo le sería más fácil y barato blanquear su proliferación que intentar en vano volver las cosas atrás.
Hay jurisprudencia. Saltando el charco, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, una de las 17 comunidades autónomas de España, anuló un artículo del plan general de ordenación urbana de Gijón (en cuyo club Estradense juega el paraguayo Joel Sanabria) que establecía una distancia mínima de 50 metros entre gasolineras y sectores residenciales. El tribunal consideró que el ayuntamiento no había justificado suficientemente la introducción de tal medida, y exigió que la administración municipal explique e identifique las razones de interés público que amparan esa regulación.
Sin embargo, al otro extremo de España, en Sevilla, el gobierno municipal estudia ampliar en un futuro próximo esta separación a 150 metros para generar una mayor zona de seguridad. Pero como ambas ciudades responden a criterios estrictos de zonificación, la norma no rige para áreas que concentran establecimientos comerciales individuales o agrupados así como polígonos industriales y centros de servicios técnicos.
En Asunción existe desde tiempo inmemorial una entelequia llamada Plan Regulador. Es un portento de enunciados. Allí se dibujan zonas residenciales, comerciales, de servicios, industriales, corredores de biodiversidad, macrozonas de áreas verdes y preservación, transición céntrica, corredores logísticos, en fin, lo mejor que la semántica consultora de ayer, de hoy y de siempre pudo facturarle al Gobierno municipal. La realidad, en cambio, es otra: en Asunción, cualquiera puede instalar, construir y operar cualquier cosa en cualquier parte de la ciudad. Solo es cuestión de dar con el concejal correcto y todo va sobre rieles.
Y las gasolineras no son una excepción.