“Lo posible, ya está hecho. Lo imposible, lleva un poco más”. Este aforismo, al parecer de autor anónimo, adorna la entrada de recintos en los que se planean las tareas más difíciles, en especial, aquellas catalogadas como de realización inviable. Comentamos esto a la vista de las expresiones de una flamante funcionaria municipal a quien encargaron la recuperación del Parque Caballero. “Vamos a hacer lo que podamos” habría declarado. Una elegante manera de dejar abierta la puerta del fondo para escapar si la cosa no funciona.
Pongamos atención en la palabra “recuperación”. ¿Cómo se recupera algo que está bajo jurisdicción municipal? Que se sepa, el parque nunca fue enajenado. Por lo tanto, sigue siendo propiedad de todos los ciudadanos asuncenos y de uso general para cualquier visitante que desee disfrutar de ese pequeño pero eficiente pulmón verde de la ciudad.
Es decir, del que alguna vez fue un pulmón verde, hoy convertido en un lastimoso basural lleno de yuyos, con su mobiliario urbano destruido, lleno de pozos de defecación dejados por oleadas de damnificados convertidos en damnificadores.
El estado actual del parque es la radiografía más exacta y detallada de la incapacidad del municipio asunceno de cuidar su patrimonio ante cada emergencia climática. Reubicar desplazados por la crecida coyuntural del río no tiene por qué ser la entrada a un infierno de caos, mugre y abandono, que es lo que pasa con la ciudad cada vez que el agua sube algunos centímetros y desplaza de sus asentamientos a centenares de familias llevadas a vivir en el lecho mismo de la bahía, por debajo de las cotas de habitabilidad. Es la línea de largada para que miles de personas ocupen paseos, parques, avenidas y espacios verdes transformando Asunción en un campamento de refugiados al mejor estilo africano. Para otra cosa no les da el cerebro a los munícipes asuncenos.
El Parque Caballero ha sido víctima de un proceso de destrucción del que nadie se ha hecho responsable ni mucho menos pagado las consecuencias. El otrora paseo más cercano de los asuncenos es hoy un vertedero lleno de insectos y alimañas.
Ahora, dicen que van a hacer lo posible por arreglarlo.
No alcanza. Deben hacer lo imposible… si les da el cuero.