Buscamos ser y estar felices desde que despertamos hasta volver a descansar en todos lados y momentos del día, desde nuestra habitación, en el desayuno, el trabajo, estudios o la tarea que debamos cumplir en la jornada.
La felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Es relativo y no exacto siempre para todos en el mundo, para algunos la felicidad está en desayunar grande o sabroso, lucir atractivo, tener o acumular cosas que no use, escuchar música a una intensidad incómoda no solo para quien lo reproduzca sino para el barrio o comunidad que también se aturde con su “música” que puede dar felicidad a algunos, pero cuando ese estímulo ya fastidia a un colectivo donde y cuando sea deja de ser una motivación feliz.
El filósofo Aristóteles decía que; «La felicidad en la vida depende de la virtud», siendo la virtud una disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza.
La gran lección del filósofo griego puede servirnos como brújula en el presente. Porque encontrar el camino hacia la virtud aristotélica es encontrar el camino hacia una felicidad perenne, completa y real. Y no hace énfasis en lo virtual, que tanto se menciona y usamos hoy para comunicarnos, trabajar, estudiar, aprender o enseñar.
Para algunos la felicidad está en saber adaptarse a lo que te pase y aprender de esas experiencias para no repetir el error y aseguremos o hagamos perdurar nuestra felicidad en la vida.
Es importante tomarnos unos minutos en nuestras agitadas jornadas para preguntarnos; ¿Qué es la felicidad?, ¿ha descubierto ya el ser humano su secreto?
Las cosas básicas
Si nacemos en este mundo con necesidades tales como la de alimentarnos, dormir o relacionarnos con los demás, es evidente que satisfacerlas produce placer, y muchos hacen de esta satisfacción algo recurrente en su vida para ser o estar felices. Que no es que no sirva, pero siempre debemos tener cuidado o regular lo que nos dé esa felicidad fugaz que no tiene el poder de perdurar y ser parte de nuestra identidad, formas de pensar o ser pasta lograr hacer felices a quienes nos rodeen en la familia, barrio, trabajo, escuela, colegio, universidad o donde nos toque estar con otros.
Donde no solo existen personas que sean útiles en proyectos comunes sino seres humanos que no solo deseamos sigan vivos y sanos sino estén felices con sus propiedades, en su hogar, con su familia o con quienes compartan un tiempo en sus días.
En su evolución el ser humano, o al menos algunos de sus especímenes, evoluciona y deja atrás el mundo de los impulsos para convertirse en una criatura civilizada. Y aparece entonces, dice Aristóteles, el segundo de los posibles caminos en la búsqueda de la felicidad: la vía política. Es una vía que busca honores, grandes hazañas y riquezas como señal de la felicidad.
El filósofo hablaba también de la eudaimonía, el buen espíritu, o la buena vida. Para llegar a este punto de vida debemos resaltar las virtudes humanas
¿Qué es lo único que nadie nos puede arrebatar?, se preguntaba Aristóteles. Y la respuesta era la virtud. La propiedad humana lejos de ser robada o destruída es la que queda siempre.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
