Desde la escuela secundaria es que se habla constantemente de la idea de cómo
esfuerzo más talento son las llaves del éxito en la vida. Esta narrativa promete un
mundo justo, donde cada uno llega tan lejos como se lo merece. Sin embargo, al salir
al mundo laboral, muchos descubren que esa promesa no es del todo cierta. Las
oportunidades nunca están igualmente distribuidas y el mérito pocas veces es el único
criterio. Así, la meritocracia parece más como un ideal que una realidad.
El esfuerzo es sin duda una condición necesaria para triunfar, pero la realidad nos
demuestra que es el contexto de cada individuo lo que actúa como multiplicador o
divisor de ese esfuerzo. Desde el lugar de nacimiento, la educación, contactos y hasta
el momento histórico y la estabilidad económica de un país, a eso nos referimos como
“contexto social”. Es crucial reconocer que el punto de partida no es igual para todos,
por lo que la meritocracia pura es un mito que ignora muchas realidades.
Frente a este ideal teórico sobre lo que es meritocrático, emerge la Exitocracia, un
termino que describe con mayor crudeza la realidad de muchas sociedades
contemporáneas, especialmente en contextos de alto rendimiento como el chino. La
exitocracia no se enfoca en el “cómo ganar”, directamente va al resultado, al éxito
visible y cuantificable, si la ética existe no importa, ganar es ganar, sea por mucho o
por poco.
El peligro de la exitocracia es que desmantela toda moral y ética de esfuerzo o justicia
que la meritocracia, al menos en teoría, intenta defender. Al glorificar el resultado por
encima de todo, la exitocracia se vuelve meritocracia sin conciencia, un sistema que
celebra al triunfo sin preguntar por el costo humano o social de esa victoria. Aquí es
donde el contexto no solo brinda herramientas, también define el campo de juego y
reglas no escritas bajo las cuales se compite.
Quizá la mayor pregunta que nos hemos olvidado completamente de hacer es, ¿a qué
podemos definir como meritocracia? ¿Es algo realmente cuantificable? De momento
no tenemos respuestas claras, solo podemos concluir que se debe dejar de lado la
romántica obsesión por el esfuerzo individual y abordar las disparidades contextuales.
Eso si es que se quiere seguir afirmando que el éxito es un reflejo del esfuerzo y no un
producto del azar o de suerte loca.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
