Tal parece que algunos referentes de la Unión Europea empiezan a ponerse nerviosos a raíz de las interminables demoras de la entrada en vigencia del Acuerdo UE-Mercosur firmado pero nunca implementado. Las áreas de controversia son muchas. Por el lado europeo, vastos sectores de la producción primaria rechazan la idea de meter carne o granos producidos en el Mercosur a costos drásticamente menores a los que rigen en el viejo continente. Y a los sudamericanos no nos gusta la visión de un arancel externo cero que inunde los países miembros de productos industriales planteando una competencia ruinosa a las industrias locales. Entre ambos extremos se puede cabildear todo, incluida la creciente influencia de la ideología ambientalista dominante.
Pero, ¿quién congeló el acuerdo? Europa viene avisando que ya no admitirá importaciones de países que cultiven tierras deforestadas. Según la ONU, la UE es responsable del 16% de la deforestación mundial a través de sus importaciones -soja y derivados, por ejemplo- y es el segundo mayor destructor de bosques tropicales detrás de China, según WWF. Estos cargos pesan mucho, al parecer, sobre ciertas alas hipersensibles del ambientalismo extremo, tanto que Holanda, el segundo mayor exportador de alimentos del mundo, cerrará la mitad de sus explotaciones agropecuarias para 2030.
La nueva política agraria común (PAC) europea incluye regímenes ecológicos calculados para motivar a los agro-ganaderos a aplicar prácticas beneficiosas para el clima y el medio ambiente “más allá de los requisitos obligatorios”. ¿Perdieron la chaveta? Porque de allí a la liquidación de stocks y cierre de unidades de producción hay un paso. Holanda muestra el camino. Y lo hace con incomprensible entusiasmo.
¿Se puede negociar en este clima de ambientalismo tan ideologizado?
La alianza Mercosur viene aplicando en forma paulatina metodologías de sustentabilidad ambiental de primera magnitud. En línea con la política de adaptación al cambio climático, la producción agropecuaria regional se funda en la siembra directa, la recuperación para la agricultura de campos de pastoreo degradados, la práctica de la producción ganadera silvopastoril así como la rotación de cultivos y el empleo de abonos verdes.
El Mercosur produce para autoabastecerse de alimentos y exportar excedentes. Aquí no acogotamos productores con dogales ideológicos. Los premiamos por generar riqueza y comida para el mundo.